De noche, un hombre da vueltas en torno a una farola, balanceándose como si fuera a perder pie. Una mujer le pregunta, y él dice que está buscando la cartera. Ella lo ayuda pero no encuentran nada, hasta que él le dice con lengua estropajosa: “La perdí allí, en el callejón oscuro, pero busco aquí porque hay más luz”.

Antes de seguir leyendo, si quieres, pregúntate qué te sugiere este cuentito... ¿...?

Una de las características de los síntomas y conflictos con que uno sufre es la repetición, tropezar una y otra vez con la misma piedra. A veces, uno intenta resolverlos una y otra vez de la misma manera, ya sea solo o con la ayuda de seres queridos o con la lectura de libros de recetas psicológicas. Uno insiste en buenos propósitos que se muestran una y otra vez insuficientes. Es el momento de inventar nuevas vías de solución o de pedir ayuda profesional.

Para encaminarse en la senda del cambio, de la curación, es necesario adentrarse en el callejón oscuro (lo cual puede venir acompañado de inseguridad, miedo, incertidumbre...), ir alejándose de la archiconocida y aparentemente segura farola. Armarse de valor para saber más de uno mismo y conocer lo que no está iluminado encendiendo pequeñas luces progresivamente más potentes: ahí están las llaves que encienden el motor del cambio personal. Dejar así de movernos por aquello que anida en el síntoma: la repetición de las formas de sufrir (tanto con uno mismo como en las relaciones con los demás). Ya dijo el poeta W.H. Auden que a veces “preferimos arruinarnos, a cambiar”.

Los síntomas (depresivos, ansiosos, fóbicos, obsesivos, de problemas en las relaciones, alimentarios, mortificantes, dolorosos, sexuales, etc.) contienen las llaves, pero llaves que están giradas en la posición de mantener la puerta cerrada. Descubrir cuáles son esas llaves permitirá ir girándolas hacia la posición de abrir para así ganar en salud, responsabilidad, autonomía, valentía, deseo..., y para ir bajándose del ring de boxeo donde uno combate en guerra contra sí mismo y contra otros.