Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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UNA HOJA DE LECHUGA: LAS MUJERES DE VERDAD NO TIENEN CURVAS: TESTIMONIOS DE ANOREXIA
(2003)

Las anoréxicas de neurosis histérica padecen de querer que la insatisfacción reine por doquier, tanto en la necesidad fisiológica de alimentarse como en el deseo. Según Nasio, la anorexia consiste en decir: “No quiero comer para satisfacerme y no quiero satisfacerme para estar segura de que mi deseo permanece intacto”. Comen nada para constituirse en algo. Quieren aparecer desapareciendo. Hagamos un alto aquí a los conceptos y escuchemos la voz de diversas anoréxicas. Recojo estos testimonios del libro de Alina Fernández,: Una hoja de lechuga: anorexia, una enfermedad. Barcelona: Plaza & Janés, 2001.

“Cuando vi cómo me desarrollaba como mujer, empecé a rechazarme.”

“Aunque tuviera hambre, me frenaba, y así me fui adelgazando, aunque yo ni me daba cuenta. Fue como inconsciente.”

“Lo más humillante fue que me hicieran comer a la fuerza.”

“A los perros les daba un amor excesivo, como nunca se lo he podido dar a nadie. Y lo mejor es que ellos me lo devolvían.”

“He aprendido a perdonar a mi madre.”

“Como muchas, eliminé primero el pan. ¡Justo el motivo de culto que nos dicta la religión! A veces pienso que las anoréxicas somos místicas, y que andamos buscando a Jesús el Nazareno en nuestro sacrificio.”

“Es como si me estuviera castigando. La sensación es: soy culpable.”

“Era como estar poseída; yo quería alimentarme pero una fuerza desconocida que me alienaba la voluntad, me lo impedía. (...) Esta enfermedad sólo puede curarse con amor.”

“Con nuestro perfeccionismo, acabamos por ser grandes manipuladoras: queremos ocultar a los demás, tras la máscara de la delgadez, lo que en verdad somos: seres sensibles al rechazo, a la crítica, a la falta de amor. (...) Me llevo a extremos de muerte y yo misma me presento en el hospital cuando ya sé que estoy a punto de traspasar cierto umbral. Allí me cuidan, me ceban, me superalimentan, y lo tomo como una pausa, una brecha en esta continua lucha contra mí misma. Conclusión: me llenan de fuerza para continuar la batalla. (...) Cuando iba a tener un encuentro sexual, tenía que purgarme hasta las pestañas, quedarme vacía, como si fuera un recipiente inútil que sólo se puede llenar de esencia amorosa.”

“Siempre voy buscando el límite.”

“Con la anorexia, pierdes el sabor de la vida... y pierdes la cabeza. (...) Yo no quería ser una mujer. Quería seguir siendo una niña. Me vendaba los pechos para que no me crecieran. (...) Mostramos contradicciones: somos exhibicionistas y, a la vez, nos tapamos hasta arriba. De momentos de despliegue, de boom, pasamos a etapas en que no queremos ni que nos vean y ni salimos a la calle. Al final, eres invisible, inaudible, incolora, inodora... Por eso paso por temporadas en que no quiero estar aquí. Y la idea de suicidio late. (...) Amo y detesto. Quiero morir y quiero vivir. La anorexia es vivir al límite, al filo de la navaja, controlando las caídas y las resurrecciones de nuestro cuerpo. (...) La culpa no la tienes tú, ni Pepito, ni mi madre, ni si quiera mi padre. La única culpable soy yo, y como tal, asumo las consecuencias. (...) Es hacer papiroflexia con el cuerpo. (...) Cuando me siento bien, me asusto.”

“Casi estoy curada. Antes, el ser andrógina, el parecer una tabla, era para mí un logro estético, y, a la vez, sabía que eso no podía gustar.”

“Creo que haber superado esta enfermedad me ha servido para conocerme. No me conocía. Me daba miedo descubrir que tenía errores y fallos y que no era la persona perfecta que quería ser. Ahora sé que tengo un límite.”
2003

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica