Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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LETIZIA: ¿LA NUEVA MUJER ESPAÑOLA?
(Mayo de 2005)

Letizia era una mujer de los nuevos tiempos. Una carrera profesional rápida y afianzada: antes de los treinta, presentaba noticias en la televisión, ascendiendo al telediario de TVE. Casada por lo civil a los 26 y divorciada un año después. Sin hijos. Una mujer independiente que hacía de su profesión un deseo fundamental.

Hasta que se topó con el príncipe y se enamoró “realmente”. ¿Del hombre o de la posición? Quizá de ambos, no lo sabemos. En la boda, hubo un momento en que él fue nombrado sólo por su cargo. Por tanto, ella se casó con dos: con Felipe y con Su Alteza Real el Príncipe de Asturias.

Por la relación, decidió perder su profesión y su condición de nueva mujer de hoy, para establecerse como mujer tradicional. No es ni malo ni bueno: depende de cómo lo viva cada una.

No es una “Letizienta” (título de la obra teatral satírica de David Barbero): no necesitaba ser rescatada ni de la pobreza ni del rechazo de su familia. Al contrario: él es un “Felipe Ceniciento” (con perdón), ya que ella lo ha salvado de la presión familiar y de la falta de heredero.

Cuando los dos juntos anunciaron el compromiso, ella mostró mayor desparpajo que él. Incluso se atrevió a interrumpirlo porque él la había interrumpido. Desde entonces, ha perdido la voz.

Lo acompaña en los actos públicos sin decir nada, como un florero a la izquierda, maquillada y vestida con primor. En los entreactos, come, bebe, sonríe y habla con prudencia (cuando no hay micrófonos, esto es, sin responsabilidad pública).

Tras un año de la boda, lo que interesa de ella es que está en estado. Cuestión de Estado. Útero andante.

Es el destino que nuestra Letizia ha elegido, pues hallará satisfacción en hacerlo: dejar su profesión y su voz por su marido (mejor dicho, por ella misma). ¿Anteponer los deseos de su marido a los suyos? ¿Hacer que los deseos de él sean sus propios deseos? ¿Someterse para obtener qué? No estoy en su piel.

¿Es Letizia un modelo a seguir? ¿Qué está representando lo que vemos en ella (más allá de cómo sea su personalidad) y en su relación? ¿Que la mujer ha de prepararse profesionalmente, lograr el éxito laboral y dejar todo eso porque es incompatible con amar a un hombre? ¿Qué tipo de hombre querría que su mujer hiciera tal renuncia?

En enero de 2005, la pareja visita el diario El Mundo. Una redactora pregunta: “¿Echa de menos el periodismo?”. Busca los ojos de Felipe, que enarca las cejas. Ella mira al suelo y responde: “No”. Silencio. Levanta la vista y añade: “Pero tengo muchos recuerdos. Conservo la mirada, el interés por todo y...”. El Príncipe la interrumpe sonriendo: “¡Si me entrevista a diario en el desayuno!”. Ella traga y calla, y él se queda tan ancho.

En la primera comparecencia pública tras el anuncio del Embarazo Real, no habla Letizia (aunque la embarazada es ella, no él), sino el Príncipelipe: “Se colman así nuestros deseos de formar una familia. Quisiéramos hacerles partícipes de nuestra ilusión y nuestra satisfacción, pues se refuerza así la estabilidad y continuidad institucional para el mejor servicio de la Corona a España”.

Ahora que tanto se habla de eliminar la discriminación sexual respecto de quien herede la Corona, mencionemos también la mayor discriminación que se puede ejercer contra un hijo: prefijar su destino. Que en lugar de que descubra qué quiere ser e intente serlo, sea lo que los padres quieran que sea (incluso antes de nacer). Unos padres que se suben en la apisonadora de sus expectativas, aplastan al hijo: ni reconocen lo que desea ni desean reconocerlo. Psicológicamente, es una barbaridad. Un hijo es tomado así, no como persona, sino como cosa o instrumento al servicio de colmar a los padres para el goce de estos.

Por la salud mental del principito o de la principita (¿princesita?), edúquesele en la libertad de elegir su destino. Imponérselo sería un acto de agresión (del que nadie está exento).
Mayo de 2005

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica