Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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ESA VISIBLE OSCURIDAD
(2002)

Así llama el novelista William Styron a la depresión que padeció, y así titula el librito en que narra su experiencia. Editorial Mondadori, Barcelona, 1996

Su novela más célebre es La decisión de Sophie, en la que se basó la oscarizada película.

En pleno éxito, a los sesenta años, se deprime. En París, durante la cena en que recibe un importante premio, apenas come (ni siquiera el paté que tanto le gustaba), se queda casi sin habla, no ve más que una bruma negra que lo envuelve, y los aplausos llegan a su oído como un trueno que le explosiona debajo de las sienes.

Ha dejado el alcohol tras cuarenta años: esto ha podido precipitar la crisis, pero no entiende las razones de fondo. Los motivos son inconscientes. Intuye que algo se le ha roto por dentro: eso llevaba mucho tiempo roto y ahora ha acabado por resquebrajarse en pedacitos puntiagudos que se le clavan en su interior.


Transcribo juntas descripciones de su vivencia cuando, tras un proceso progresivo, llegó a ser extremada: “Odio a mí mismo. Sensación de ser nada. La oscuridad me invadía tumultuosamente. Terror y enajenación. Sofocante ansiedad. Lentitud, semiparálisis. Confusión. Fallos de memoria. Desgobierno de mí mismo. Cerrada toda respuesta placentera al mundo viviente. Dolor indescriptible que no comprendía. Ahogamiento, asfixia. Monosilábico. Desvalido estupor. Zombie. Mi mente era como una antigua central telefónica que se iba quedando inundada por la crecida: uno tras otro, los circuitos normales se anegaban. Pegado a un lecho de clavos. Extraña sensación de fragilidad, como si mi cuerpo se hubiera vuelto deleznable, hipersensible, desarticulado y torpe. Sentía el horror como una niebla compacta y venenosa. Inmensa y dolorida soledad. Incapacidad para concentrarme. Tormenta de tinieblas. Deseo sexual desaparecido. Los alimentos, sin sabor. Noches de desvelo. Intenso suplicio. Agotamiento. Sentimiento de pérdida. Miedo intenso al abandono. Desesperación: la diabólica desazón de hallarme encerrado en un cuarto bárbaramente sobrecalentado, como una caldera en la que no circula el menor soplo de aire. Pensamientos de muerte soplaban por mi mente como heladas ráfagas de viento. Falta de fe en el rescate, en el final restablecimiento. (...) Debido a mi rechazo a aceptar mi deterioro, no había buscado auxilio terapéutico mientras mi trastorno se intensificaba. Pero sabía que no podía demorar la confrontación indefinidamente, así que empecé una terapia. Para descubrir la causa de la espiral descendente de la depresión, debe uno indagar más allá de la crisis manifiesta.”.

William Styron logró recuperarse: “Muchos han dado testimonio de que la depresión no es invencible. Yo retorné del abismo, salí de las negras profundidades del infierno y emergí por fin al claro del mundo. Allí, recobré el don de la serenidad y la alegría, y esto quizá sea reparación suficiente por haber soportado la desesperación más allá de la desesperación”.
2002

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica