Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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DISCURSO OBSESIVO - II
(2004)

Tanto pienso que cuanto más corren mis pensamientos, más me bloqueo y me amargo. Dudo, sopeso, contrasto, hago suposiciones, bailo entre mis opciones como un péndulo sin fin, me autorreprocho, me castigo, me doy latigazos, me atormento, me torturo, hice algo que no debí (que no sé aún qué es) por lo que tengo que pagar para expiar mi culpa... Pospongo, retraso, postergo, demoro, voy pero todavía no voy así que no llego y me paralizo, detengo, mañana será, qué horror que no pude ayer ni hoy. Me obsesiona hacerle daño al otro y dañarme dañándolo y gozar dañándole por un impulso irrefrenable y hacerme tanto daño que no pueda soportarlo ni aguantarlo ni encajarlo y me destruya, me derruya, me destroce, me descuajeringue, me destartale sin remedio, me descuartice, y me repito sin poder dejar de repetirme, reiterarme, insistirme, otravezarme, rearmarme, escudarme, armadurarme... ¡Ay, basta! No sé ponerme un basta, un ya, un límite, una contención, un freno, un desde aquí no, un salir de este rebozamiento como gustoso y gozadoso y empanadoso, vuelta y vuelta, pero terrible, espantoso, hiriente, mordiente, diente contra diente, apretado, prieto, cerrado, vigilante, guardián día y noche... No puedo, no puedo, por qué, por qué, no sé, no sé... Yo soy la culpa: una sombra roja, encarnada, y antigua, que me persigue, aceitosa, pringosa, asquerosa... El deber es más que el deber. Deseo lo que no debo, debo lo que no deseo, gozo con lo que no debo, debo gozar con lo que debo evitar gozar. Y odio lo que amo, y amo lo que odio. Tengo un jaleo que me estalla en la cabeza: temo explotar para afuera y exploto para adentro, implosión, ¡plom! No puedo, que no me puedan, no puedo poderme... Hubo una vez que me pudieron pero yo no pude repoder después de no poder, ¡no puedo más! Soy imposible, estoy en lo imposible. No es que la misión sea imposible sino que es imposible toda misión. No me entiendo de intentar entenderme a toda costa, ni nadie que lea estas reflexiones me va a comprender (¡ay!, si te esforzaras, algo me entenderías). Estoy comperdido, S.O.S., quizá (o no, o sí...) hubo un principio en que no fui socorrido, rescatado, y me dejaron seguir, y me empapé, me enmamé, continué, me baboseé, ¡aaahhh! Se me impone que me digan qué quieren de mí, qué me quieren. Pero si noto en el otro la fuerza del deseo, me acojono, me repliego, enmudezco, me hago una bola. Aunque sé que yo podría ser capaz de hacer lo grandioso, proezas, si dejara de desaprovecharme a mí mismo. Quizá algún día pueda sorprenderme, pero detesto las sorpresas. Mejor todo controlado, previsto. Sí desearía hacer... (no digo qué, no quiero que nadie se entere), pero si me atreviera, hay tantos obstáculos... Qué agotamiento. ¿Qué pretenden de mí? ¿Me someto? Soy como un esclavo de lo que quieren de mí, y a la vez guerreo, quiero dominar, quedar indemne, incólume, sin mancha, seguro, refugiado; fuera hace frío. En el fondo, soy todo para esa persona (no digo quién, pues quien ha de saberlo, lo sabe) a quien quiero y a quien me debo, sin mí cojea, yo soy la pieza que la hace entera, es mi destino. Porque yo tengo lo que le falta, y necesita que se lo dé, imprescindible. Yo soy todo para esa persona y yo tengo lo que desea. Con tanto, no sé por qué me siento mierdoso y enjaulado. ¡¡¡Necesito aliiiiiiiiiivioooooooo!!!
2004

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica