Estoy hundido. Triste. Caído. Agobiado. Me cuesta levantarme. Me cuesta trabajar. Me cuesta disfrutar. Llevo así desde el año pasado. No sé qué me pasa. No sé por qué. Quiero arreglarme. Quiero saber por qué. Quiero saber qué hacer para salir de este pozo. Me da por llorar sin motivo. Me da vergüenza llorar aquí delante de ti. (...) No puedo más. Me siento derrotado. Bueno, no del todo: por eso vengo a tratamiento, porque no quiero arrojar la toalla. Pero ahora no veo la salida. Algo me tiene atrapado. ¡Estoy harto de sufrir, pero no puedo evitarlo! (...) Me odio. (...) Tengo miedo. Miedo de enfrentarme a no sé qué, a no sé quién. (...)

Ya me pasó algo parecido hace años, en la adolescencia. Estaba perdido. Me daban miedo las chicas. Me bloqueaba cuando una chica me gustaba: me quedaba sin palabras. (...) ¿Miedo a qué? A que me rechazaran. Ahora me doy cuenta de que más que eso, era miedo a que me dijeran que sí. ¿Entonces, qué? ¿Qué hacer si me aceptaban? Me paralizaba, no me atrevía, me amargaba y me dedicaba a torturarme por no poder. (...) Mis amigos podían, yo no podía. (...) Y el sexo: cuánto deseo y cuánto miedo a la vez. (...)

Ahora estoy casado, pero siento una barrera con mi mujer. ¿Es ella quien me la pone o soy yo quien se la pone y me la pongo? Es como si viviera rodeado por un muro que llevo allí donde voy. (...) ¿De qué me protejo? No sé, es como si me acechara un peligro. ¡Me aplasta una carga tan pesada...! (...) Veo que quieres saber más de mí, de mi historia. Sí, esto que me pasa no viene caído del cielo: presiento que viene de antiguo. Tengo miedo a saber, a qué encontraré de mí. Me siento muy débil. Me desmorono. Me digo: ¡basta ya!, pero no me funciona la fuerza de la voluntad. Por eso estoy aquí. Quiero cortarme, no, quería decir, curarme. (...) ¿Que por qué he dicho cortarme? No sé. Se me ocurre que (...). No sé. Siempre he sido un cortado. Una chica me abandonó diciéndome: “Eres tan cortado y tan raro...” (...)