Reflexionaré aquí acerca del modelo que nos arroja a la cara el programa televisivo “Operación Triunfo”. Nos está mostrando, como en un espejo, varios aspectos que nuestra sociedad actual potencia.

Uno: Los alumnos están vigilados durante el día por las cámaras. Ese producto se vierte en las pantallas de las casas. Hay un componente exhibicionista: el sacrificio de la propia intimidad para triunfar. Y el éxito se mide por la cantidad de deseo (número de votos a favor) del otro. El deseo del alumno se convierte en ser el deseo de otro.

Dos: Máximo esfuerzo en un tiempo mínimo. Los resultados, cuanto antes, mejor. No hay un modelo de esfuerzo sostenido, constancia ni perseverancia. Vivimos en la sociedad de la prisa, pero querer ir rápido perjudica al aprendizaje.

Tres: Obtención inmediata de un éxito con el que gozar. ¿Dónde queda la tolerancia a la frustración?

Cuatro: “Infantilización”, en el sentido de que están sobreprotegidos. Hay una Gran Madre (Nina, la directora) y un grupo de profesores que velan por ellos, deciden por ellos, los premian y los castigan, les sacan las castañas del fuego, les marcan la ley, etc.

Cinco: Creen que son queridos por sus fans, cuando estos lo que hacen es idolatrarlos e idealizarlos por lo que representan, no por lo que son.

Seis: Pánico a cometer errores en las actuaciones de la gala. Viven en una especie de paraíso terrenal donde el “malo” es expulsado.

Siete: Falta de preparación para un éxito tan fulminante y para la caída que a parte de ellos les sobrevendrá.

Terminaré con los aspectos más sanos: expresión de emociones, compañerismo, potenciación de las capacidades de cada uno, exploración de conductas novedosas, interpretación, lucha por un objetivo...