Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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LA VALENTÍA DE SER COBARDE O LA FUERZA DE LA DEBILIDAD
(2002)

¿Es valiente quien se atreve, y cobarde, quien no? ¿Valiente, el que no tiene miedo; cobarde, el que sí? ¿No es imprudente temeridad andar por la vida sin hacer caso a los miedos? ¿No es lo coherente enfrentarse tomando al miedo de la mano? Quien no se atreve: ¿no es porque necesita aprender recursos para poder hacerlo, destapar un saber sobre sí mismo que ignora? El que se atreve, cuando lo hace con el indispensable respeto a su integridad: ¿no es porque tiene recursos, porque sabe más de sí? Por tanto, ¿no son la valentía y la cobardía dos impostores?

¿Valiente, quien es capaz de acometer lo que quiere; cobarde, el incapaz? ¿O valiente, quien quiere lo que puede; cobarde, el que no quiere lo que puede? ¿No es un lío etiquetarnos de valientes o cobardes? ¿Se arriesga el que va de valiente a nutrir una posición ególatra o narcisista? Y el que se tilda de cobarde, ¿no se está agrediendo y rebajándose?

La respuesta reside en sacar el jugo de quien uno es, sin quitar ni poner, sino en persistir en lo que uno es, en la propia verdad tan disfrazada, soterrada, agrandada o minimizada. La patología es negarse (habitualmente, sin darnos cuenta de la operación) a ser lo que uno es, con lo que tengo y lo que me falta, con mis capacidades y limitaciones. Aceptación de mis topes y carencias, y potenciación de mis posibilidades.

Así pues, en dejarme ser débil está mi fuerza. El camino de la salud no está en hacerme el fuerte ni el débil, sino en renunciar a poner mi fuerza (y la importancia ante mí y los demás que esa posición me confiere) en lo que me da de sufrir. Estos mecanismos son inconscientes, y mientras no nos percatemos, proseguirán. El sufrimiento es una falsa toma de poder y de fuerza. El itinerario de la curación requiere, más que tomar, soltar. SOLTAR. Como aquel monito en libertad que vio un plátano dentro de una jaula. Introdujo la mano entre los barrotes, agarró el plátano y no pudo sacarlo porque no cabía entre las rejas. Si no suelta el plátano, no puede sacar la mano y queda atrapado. Ni come el plátano ni puede moverse a otro lugar donde tomar alimento que sí pueda llevarse a la boca.
2002

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica