Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
Comparta esta página en:
Agregar a Delicious   Google Bookmarks   Twitter   Facebook   MySpace   Live Spaces   Blinklist   Yahoo Bookmarks   Digg   Favoriting   Furl   StumbleUpon   Reddit   Technorati
Pulse aquí si desea que le avise cuando añada nuevos contenidos

EL PRÍNCIPE SAPO
(2001)

I

Dice el cuento que la princesa estaba jugando con su pelota de oro junto a un río, hasta que se le escapó y se le cayó al agua. Un sapo oyó sus sollozos, asomó la cabeza y le preguntó por la causa de su pena. Entonces se ofreció a devolverle la pelota de oro con esta condición: que ella lo tomaría como compañero. El sapo le explicó que ella tendría que llevarlo a su casa, sentarlo a su mesa, darle de beber de su vaso, comer del mismo plato, acostarlo a su lado en su cama y besarlo cuando él se lo pida. La princesa, sin pensarlo media vez, se lo prometió. El sapo se zambulló en el agua y le devolvió la pelota. Y al pedirle que lo lleve a su casa, la princesa echó a correr, llegó al palacio y se puso a comer con sus padres, el rey y la reina.

Al cabo de un rato, un sirviente avisó al rey de que había un sapo en la puerta que pedía comer con la princesa. El rey dejó que pasara, y al contarle el sapo lo sucedido, ordenó a su hija que cumpliera lo prometido. Así que el sapo comió con ella, aunque a ella le dio mucho asco y apenas comió aquel día.

Cayó la noche y, cuando la princesa se iba a la cama, el sapo exigió dormir con ella. Accedió con asco, y cuando estaban acostados el sapo reclamó un beso. La princesa, cerrando los ojos con fuerza, arrugando la nariz y sintiendo que la garganta se le volvía del revés, lo besó. Entonces el sapo se convirtió en un hermoso príncipe. Y en un instante se enamoraron amorosísimamente para siempre.

Hasta aquí, la versión moderna del cuento, porque en su forma más antigua terminaba así: Cuando el sapo le pidió un beso, la princesa, ahíta de repugnancia, lo cogió de una pata y lo estrelló contra la pared. Refulgió una llamarada y el sapo se convirtió en un hermoso príncipe. Y se abrazaron palpitando de amor amorosísimo.

¿Por qué este cuento tradicional ha sido cambiado? ¿Qué significa la diferencia entre las dos versiones? ¿Cuál es tu sentimiento respecto al cuento? ¿Con cuál de las dos princesas te sientes más cerca? ¿Cuál te gusta más? ¿Qué te parece la conducta del sapo? ¿Qué hace la princesa con su deseo frente al deseo del otro?

II

Nos quedábamos en el apartado anterior en los dos finales del cuento del príncipe sapo. Uno, el más conocido hoy en día, en que la princesa, con asco, besa al sapo y éste se convierte en un hermoso príncipe. Y el otro, más antiguo, en que la princesa, ahíta de repugnancia, arroja al sapo contra la pared, y en ese instante se convierte (el sapo, no la princesa) en un hermoso príncipe.

En el final del beso la princesa se pliega a los deseos de su padre el rey, que le decía que tenía que cumplir una promesa equivocada. ¿Acaso cuando alguien se equivoca ha de llevar su equivocación hasta el final en contra de sí mismo? El padre impone su reglamento a la princesa.

Asimismo, en el final del beso la princesa se somete al deseo del sapo, esto es, al deseo del hombre. Se violenta a sí misma y comete el acto del beso en contra de su propio deseo. Satisface el deseo del sapo. Da al sapo lo que ella cree que éste desea de ella, y así se convierte en hombre. Se cierra el círculo: él se transforma porque ella se vende al deseo de él, así que él seguirá buscando que ella lo satisfaga, y ella correrá una y otra vez detrás de lo que él desea de ella. El deseo propio de ella queda insatisfecho. ¿Acaso sabe ella cuál es su deseo más allá de esclavizarse a lo que cree que el otro desea de ella?

En el otro final, la princesa es fiel a sí misma, no se deja someter por el deseo del otro. No actúa en función de lo que su padre pretende imponerle. No busca satisfacer al sapo en contra de sí misma. Atraviesa su repugnancia lanzando al sapo contra la pared. Todo ello permite que se convierta en un hermoso príncipe. La repugnacia se desvanece entonces para dar lugar al deseo y al placer: ahora, hecho hombre, sí desea besarlo. Y en el beso se ponen en juego los deseos de ambos. Y cada beso esconde cuatro besos: el beso que ella da, el cómo recibe ella el beso de él, el beso que él da, y el cómo recibe él el beso de ella. Son las jugadas de la partida del amor y del deseo.
2001

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica