Éranse una vez dos mujeres
que nunca se conocieron. A una, no la recuerdas,
a la otra la llamas madre.
Dos vidas diferentes
con unión en una: la tuya.
Una fue tu estrella,
la otra, tu sol.
La primera te dio la vida,
la segunda te enseñó a vivirla.
La primera te dio necesidad de amor
y la segunda estaba allí para dártelo.
Una te dio unas raíces,
la otra te ofreció su nombre.
Una te transmitió la semilla de sus dones,
la otra, la estela de sus afanes.
Una hizo nacer en ti la emoción,
la otra calmó tus angustias.
Una recibió tu primera sonrisa,
la otra secó tus lágrimas.
Una te dio a otros padres,
fue todo lo que pudo hacer por ti.
La otra oraba por un hijo
y Dios la condujo a ti.
Y ahora, con lágrimas,
me haces la eterna pregunta:
¿De quién soy yo fruto,
de ella o de ti?
De las dos, cariño:
las dos somos amor.