Tortazo, empujón, y al suelo. Quieta, evito las patadas. Le voy a dejar y a denunciar. Hoy.
Por qué no te dejé hace un año, al primer bofetón.
O hace tres, en la noche de bodas, cuando me forzaste por detrás.
O cuando me prohibiste la despedida de soltera.
O antes, cuando me dijiste “¡zorra!” por mi falda corta.
O al mes de novios: Comíamos en mi casa. Enfadado, tiraste la copa de vino contra la pared.
Por qué no te dejé el primer día. Te acercaste sonriente: “Hola, guapa. Tú vas a ser mía”. Te contesté: “¡Qué chorrada! Vete”. Pero te quedaste, dijiste que era broma y me camelaste.
Le voy a dejar.
Me lo prometo.
Mañana.