Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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UN BESO NO ES SÓLO UN BESO
(1997)

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata,

maltrato a quien mi amor busca constante.

 

....................................,

......................................,

triunfante quiero ver al que me mata,

y mato al que me quiere ver triunfante.

 

...................., padece mi deseo;

..................................,

de entrambos modos infeliz me veo.

 

.....................................,

.......................................,

......................., vil despojo.

 

(Soneto de Sor Juana Inés de la Cruz, s. XVII)

 

 

 

 

 

Cuando me besas

no estás besándome a mí

sino al beso que te besa.

 

(Marilyn Monroe)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     MUJER:    ¿Me das un beso?

     HOMBRE:   Acércate.

     M:   mmmmmmmmmmmmm

     H:   mmmmmmmmmmmmm

     M:   ¿Me has besado porque te lo he pedido?

     H:   Sí.

     M:   ¿Sólo por eso?

     H:   Te he besado porque me gusta besarte.

     M:   No me has respondido.

     H:   ¿Y qué quieres que te diga?

     M:   Que si me has besado porque sabías que yo lo quería, pero no por que tú lo quisieras.

     H:   Yo sí quería besarte.

     M:   ¿Estás seguro?

     H:   Claro que sí, cariño.

     M:   ¿"Cariño"?

     H:   ¿Qué tiene de malo?

     M:   Que precisamente la semana pasada te dije que añoraba que fueras más cariñoso conmigo y que me dijeras palabras bonitas.

     H:   Lo recuerdo, sí.

     M:   ¿Por eso me dices "cariño"?

     H:   Me ha salido sin más.

     M:   ¿Sin querer?

     H:   Sin pensar: espontáneamente.

     M:   No sé.

     H:   Yo sí lo sé.

     M:   ¿No será que lo que te dije la semana pasada te ha influido, aunque no te des cuenta?

     H:   ¡Yo qué sé!

     M:   ¿Y el beso?

     H:   ¿Qué pasa con el beso?

     M:   Estaba preguntándote si me has besado queriendo besarme.

     H:   Sí, mujer, sí.

     M:   Lo dudo. Además, yo deseo que me beses sin pedírtelo, como cuando éramos novios.

     H:   ¿Como el primer beso que te di?

     M:   Sí, pero...

     H:   ¿Ya has olvidado lo que sucedió? Era de noche. Caía un chaparrón y nos refugiamos empapados en un cajero automático. Me atreví a besarte y me apartaste de un empujón.

     M:   Lo hice porque no era un beso de amor.

     H:   ¿Cómo que no? Yo estaba enamoradísimo de ti.

     M:   Tú querías empezar con un beso y después sobarme y después... ¡Sólo sexo!

     H:   Sexo también, sí.

     M:   ¿Lo ves?

     H:   Pero no sólo sexo.

     M:   ¡Únicamente sexo! Cuando me besas lo haces por complacerme o por calentarte para follarme. Nunca me besas porque me quieres, si es que me quieres...

     H:   ¡Basta ya!

     M:   Te enfadas porque te digo las verdades.

     H:   ¡Qué injusta eres conmigo!

     M:   ¡Y tú me haces la vida imposible!

     H:   Tú misma te desperdicias la vida.

     M:   ¡Qué cruel eres conmigo! Y eso que acabas de besarme. Seguro que te arrepientes de haberlo hecho.

     H:   No, eso no.

     M:   Entonces, ¿ha sido un beso de amor?

     H:   Sí. Mira mis labios: SÍ.

     M:   Un amor de cubitos de hielo: tan gélido que duele, y que se derrite y se evapora.

     H:   ¿Qué estás diciendo?

     M:   Que el beso que me has dado ha sido tan frío, tan hueco, tan desapegado, tan maquinal...

     H:   No sabes apreciar mis besos.

     M:   ¿Me besarías de verdad, ahora mismo?

     H:   mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

     M:   mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ¡Me estás ahogando!

     H:   ¡No hay por donde cogerte!

     M:   Ya sabes que no me gusta que me metas la lengua hasta el esófago.

     H:   ¡Eres una exagerada!

     M:   ¡Y tú un bruto!

     H:   ¡Y tú una mírame-y-no-me-toques! No te imaginas cuánto echo de menos que nos besemos íntima y profundamente, recorrer con mi lengua tus dientes y tus encías y tu garganta, mojarme en tu saliva, gozarme en ti, y que tú también te sumerjas en mí y disfrutes en mí. Pero no, claro, te ahogas, así que sólo te ofreces con vacíos besos de pajarito, pero nunca te entregas con besos llenos de ti. Y, para rematar la faena, cada dos por tres estás con granos purulentos en los labios, llagas en las encías, grietas ulcerosas en la lengua, y otras mierdas que prefiero no recordar. Vamos, una boca intocable, impenetrable...

     M:   [Sollozando]

     H:   Y ahora querrás que te diga "pobrecita mía" y que te abrace como a una niña y que te dé besitos en la frente y que recoja tus lágrimas en un vasito y me las beba, ¿no?

     M:   Te estás burlando de mí.

     H:   Y tú me agotas. Me estoy hartando de tener que girar siempre en torno a ti. Como si yo fuera un planeta y tú el sol que me atrae y me repele a la vez, que me mantiene a una distancia infranqueable. Aunque a veces me absorbes irresistiblemente, como si un hechizo hiciera posible anular toda distancia. Entonces me sobrecoge la sensación de que pretendes deslumbrarme para que yo no abra los ojos, porque entonces vería que tu luz y tu fuego se han extinguido, como un agujero negro. ¿Sabes lo que es?

     M:   Me enfermas con tu palabrería. Crees saber mucho de mí pero no sabes nada. ¿Cuándo te dignarás a saberme?

     H:   Cuando una estrella se enfría, su propia atracción gravitatoria la desintegra y la estruja hasta que queda reducida a una esfera tan minúscula que origina una fuerza de atracción tan intensa, que cualquier cosa que se aproximara a ella quedaría apresada y no podría volver a salir. Es como si hubiera caído en un agujero infinitamente hondo y no cesase nunca de caer. Y como ni siquiera la luz puede escapar, esa estrella comprimida se convierte en un agujero negro, como tú.

     M:   Me la sudan tus lecciones de astronomía.

     H:   Un doliente y solitario agujero negro perdido en el espacio y encerrado en su insondable oscuridad. Tan lleno de vacío y tan falto de llenarse que subsiste para atrapar lo que se le acerque. Pero cuando lo consigue, lo destruye. Y así permanece: aspirando por alcanzar algo y disolviéndolo cuando lo aferra.

     M:   ¿Desde qué galaxia me hablas? ¿Estás chiflado o qué?

     H:   Será que quieres volverme loco.

     M:   Lo que quiero es... ¡Bah!, no puedes entenderme.

     H:   Haría falta un milagro para entenderte.

     M:   Si al menos quisieras entenderme...

     H:   Si no me lo pusieras tan difícil...

     M:   Si yo supiera qué es lo que quieres de mí... Porque yo sé muy bien lo que quiero de ti: lo que no me das.

     H:   ¡Ah! Así que no quieres lo que te doy. Por tanto, en el momento en que te dé lo que no te doy, como te lo habré dado, ya no lo querrás. Entonces, ¿qué demonios puedo hacer contigo?

     M:   Amarme.

     H:   ¿Cómo?

     M:   ¡Deseándome por encima de todo! ¡Y desviviéndote por mí!

     H:   ¿Cómo?

     M:   Tú tienes que saber cómo, y llevarlo a cabo.

     H:   ¿Y tú qué?

     M:   ¿Yo?: Descubrir cómo lograr que me desees.

     H:   ¡Pero si cuando te deseo no te dejas!

     M:   Más allá de eso.

     H:   Ya no sé de qué me hablas.

     M:   Quizá sea inútil hablar de esto.

     H:   Quizá hay momentos en que callar es más fructífero que hablar.

     M:   Quizá.

     H:   Quizá los besos sean una manera de callar diciendo.

     M:   Quizá.

     H:   Quizá nos amarramos a las palabras por la dificultad de permitir que hable el silencio sonoro de un beso.

     M:   Quizá.

     H:   Quizá estás deseando que te bese.

     M:   Quizá.

     H:   mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

     M:   mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

     H:   ¡Qué gozada besarnos así!

     M:   Demasiado adentro. Demasiado intenso. Tan insoportable que si seguimos...

     H:   ¡Joder! ¡Me espantas las ganas de besarte!

     M:   ¡Pero si yo me muero por besarte! Lo malo es que tú no sabes quererme y tus besos no me aman.

     H:   ¡Pues déjate querer, coño!

     M:   No como tú me quieres, si es que me quieres...

     H:   ¡Basta ya!

     M:   Te enfadas porque te digo las verdades.

     H:   ¡Qué injusta eres conmigo!

     M:   ¡Y tú me haces la vida imposible!

     H:   Tú misma te desperdicias la vida.

     M:   ¡Qué cruel eres conmigo! Y eso que acabas de besarme.

     H:   ¡Joder! ¡Me matas las ganas de besarte!

     M:   ¡Pero si yo me muero por besarte! Lo malo es que tú no sabes quererme y tus besos no me aman.

     H:   ¡Pues déjate querer, coño!

     M:   No como tú me quieres, si es que me quieres...

     H:   ¡Basta! ¡¡BASTA YA!! ¡No hay dios que te aguante!

     M:   ¿Así es como me quieres?

     H:   ¿Qué quieres de mí? ¿Prenderme en tu tela de araña? ¿Engullirme como una mantis religiosa?

     M:   Déjate de bobadas. Yo quiero que me quieras con el amor que todo lo ocupa. No pierdo la esperanza de que algún día...

     H:   Eso es lo que te pierde: siempre esperando, siempre, tanto lo asequible como lo inalcanzable. Yo no puedo besarte como tú anhelas ser besada.

     M:   ¿Por qué?

     H:   Porque eres incapaz de tolerar un beso como el que ansías.

     M:   ¡Eso no!

     H:   Sí, porque estás convencida de que te ahogaría, te quemaría. Tu amor es una gasolinera en la que está terminantemente prohibido hacer fuego.

     M:   ¡Cállate!

     H:   Lo siento.

     M:   Eres un experto haciéndome sufrir.

     H:   Perdóname. Lo siento.

     M:   Yo sí que lo siento.

     H:   Lo siento.

     M:   ¿Y ahora qué?

     H:   Yo me voy a dormir.

     M:   ¿Y yo qué? Así no puedo dormirme.

     H:   ¿Y qué quieres que te haga?

     M:   Quédate un poco conmigo, aquí, en el sofá. Sin decirme nada. Abrazándome.

     H:   Está bien.

     M:   (((((())))))

     H:   (((((())))))

     M:   ¿Me das...?

     H:   ¿Que si te doy un beso?

     M:   No. Que si me das el mando de la tele.

     H:   Toma. Bueno, ahora me voy a lo mío.

     M:   ¿No te irás al cuarto de baño?

     H:   ¡Es mi estudio! ¿Cuántas veces me lo harás repetir?

     M:   Menos mal que yo tengo mi propio cuarto de baño. Y tú... ¿a quién se le ocurre pintar sentado en el retrete?

     H:   Es la posición en que mejor me concentro frente al caballete, bien lo sabes, y deja de criticármelo todos los días.

     M:   ¿Y qué tal va el cuadro?

     H:   Va.

     M:   ¿Lo terminarás un siglo de estos?

     H:   Cuando logre el resultado que quiero.

     M:   Es decir, nunca. Admítelo: no puedes acabarlo. Llevas años con ese maldito cuadro. ¡Déjalo ya!

     H:   ¡Te juro que seguiré cincuenta años más si es necesario!

     M:   ¡Pues en la tumba no podrás terminarlo!

     H:   ...

     M:   Además eres un inútil pintando.

     H:   ...

     M:   Jamás aprenderás.

     H:   ...

     M:   ¡Estás desaprovechando tu vida! ¡Y echando a perder la mía!

     H:   ...

     M:   El que calla, otorga.

     H:   ...

     M:   ¡Háblame!

     H:   ...

     M:   ¡Dime algo, no me dejes así!

     H:   ...

     M:   ...

     H:   Me voy a pintar. Toda la noche.

     M:   ¡Siempre te sales con la tuya!

     H:   Y no me interrumpas.

     M:   Perdóname por lo que te he dicho, pero es verdad.

     H:   ...

     M:   ¿Me das un besito antes de marcharte? Para hacer las paces.

     H:   Acércate.

     M:   mmmm

     H:   mmmm

     M:   ¿Me has besado sólo porque te lo he pedido?


(Este cuento bebe de otro titulado "La fe", de Quim Monzó, incluido en el libro El porqué de las cosas.)

1997

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica