Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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CÓMO VACIÉ LA CASA DE MIS PADRES
(2007)

Así se titula el librito (poco más grande que una bolsa de pipas) de Lydia Flem (editorial Alberdania - colección Alga Miradas, Irún, 2006). Esta psicoanalista francesa no escribe un ensayo teórico sino el relato de su experiencia por la muerte de sus padres. De su vivencia particular podemos extraer pinceladas generales acerca del proceso de duelo por la pérdida de un ser querido.

Flem, ya adulta, pierde a su padre y, dos años después, a su madre. Hija única, expone su duelo a través de las peripecias, reflexiones, emociones y sentimientos generados en la exploración y vaciamiento de la casa de sus padres.

Al principio, un duelo (por muerte o separación) es vivido como un exceso de recuerdos, pensamientos y emociones que ocupan el lugar del vacío que deja la pérdida. Quien ya no está, se torna más presente que cuando estaba: un ausente hiperpresente. Esto ha de ir diluyéndose en el trabajo de duelo. Así, el sujeto reconstruye el vínculo y se readueña de sus deseos, apostando por la vida y por los colores de su propia paleta. “El trabajo de duelo comienza con el excesivo apego al progenitor muerto antes del desapego progresivo respecto a él, en pro de la vida.”

Flem se encuentra con objetos de sus padres que anheló poseer, y ha de conjurar el sentimiento de culpa por ser ahora la propietaria de ellos. Otros le pesan y se desprende de ellos: unos los vende, otros los regala y otros los tira. Lee documentos y escritos que guardan secretos que jamás quisieron revelarle. Una de las marcas que llevan los hijos es lo no dicho por los padres. Ocultaciones y asuntos no resueltos de los padres que en Flem habían desencadenado síntomas. Así suele suceder. “Yo había sido abandonada a la voluntad de los demonios de mis padres, que había hecho míos. (...) yo siempre había vivido asfixiada. (...) Tratar de desprender el psiquismo propio del psiquismo parental.”

Dice la autora: “¿Cómo atrevernos a contarle a alguien ese desorden de sentimientos, esa mezcolanza de rabia, opresión, pena infinita, irrealidad, rebeldía, remordimientos y extraña libertad que nos invade? (...) Este libro se me impuso como una evidencia. (...) Mi escritura era fruto del duelo, y le brindaba un cobijo. (...) Son momentos de intensa renovación interior. (...) Ardua y liberadora tarea de vaciar, tarea que nos enfrenta a nuestros arcaicos fantasmas. (...) No lloramos sólo a un ser querido, sino al amor mismo, al sentimiento de seguridad...” El sujeto pierde, en la realidad, el lugar que ocupaba en el amor y en el deseo del que ya no está.
2007

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica