Mucha juerga, sí, pero yo salía en Sanfermines buscando el amor.
Me llegué a besar con cuatro tíos en una noche. Si me metían mano, los descartaba de un empujón. A uno que no me sobó, le pegué una torta porque me dijo que me quería. ¿Ya?
Buscaba un chico que sólo quisiera hablarme y besarme. Por lo menos, hasta el Pobre de Mí.
Con otro salí varios días. No intentó besarme. A la tercera noche, le pregunté si se estaba aguantando. No he olvidado sus carcajadas después de decirme: “Me quiero echar encima tuya desde que te vi”. “Voy al baño”, le dije. No volví.
A mi marido me lo presentaron en Sanfermines. Me dio la mano y fue a besarme, pero dudó y retrocedió. Como yo adelanté una mejilla, volvió a acercarse para besarme, justo cuando yo retiraba la cara pues ya no esperaba su beso. Al besar el aire, se tropezó y se cayó a mis pies, ante las risas de su cuadrilla. Se levantó, sonrojado, y me dio dos besos.