El tratamiento psicológico para problemas de erección (“impotencia”), eyaculación “precoz”, inhibición del deseo sexual..., está indicado cuando no hay causa orgánica.
Guy de Rothschild [en B.-H. Lévy & J.-A. Miller (comps.), La regla del juego: Testimonios de encuentros con el psicoanálisis, Gredos, 2008, 263] cuenta que Freud recibió en su consultorio a un hombre que decía sentirse desgraciado y humillado: “Amo a la misma mujer desde hace diez años y ella ha rechazado siempre mis avances. (…) Por primera vez, ella ha aceptado… ¡y no he podido hacer nada!”. A la hora de la verdad, cuando ella por fin (¿al fin?) dice que sí, el pene “dice” que no.
Freud le respondió: “Su miembro es más inteligente que usted”.
Puede que este hombre no deseara (inconscientemente) lo que pensaba que quería. O que al no poder, cumple otro deseo que ignora. O que el miedo y la ansiedad tapen lo que no quiere saber. O que ante el éxito al alcance, tenga que fracasar. O que esta mujer representa para él… Etc.
Los motivos suelen ser paradójicos, inconscientes, más allá del sentido común y de propósitos de buena voluntad. Cada paciente es único. Ante un mismo síntoma, las causas y los caminos para solucionar son diferentes. Un psicoanálisis abre la posibilidad de saber en qué está implicado el sujeto en su síntoma, y así abre vías de curación.
Otros hombres hacen síntomas ante una mujer deseante. Como aquel que durante años se queja de que su mujer no puede ser penetrada (vaginismo psicológico que cierra la vagina impidiendo la penetración) y de que ella no tiene ganas. Pero justo cuando su mujer comienza a deshacer el síntoma y se abre a la penetración, el pene pierde rigidez y él no puede.
Estos penes “traicioneros” están expresando (sin palabras, indirecta e inconscientemente) una verdad. Así, no traicionan a la verdad, sino que hacen que asome disfrazada. Al precio de una patología.