-¿Por qué seguimos juntos?
-¿Por no separarnos? ¿No sé-parar-me? ¿No sé-parar-te?
-¿Mejor mal acompañados que solos?
-No puedo estar contigo ni sin ti.
-Nos va mal, sí, pero lo eres todo para mí.
-Esa es una carga insoportable para mí, por muy bonita que parezca.
-Pues de novios te encantaba que te lo dijera.
-Porque estábamos enamorados. Ya no es lo mismo.
-Me has dejado sin dejarme.
-Me lías.
-No quieres entenderme.
-¡Pero si no me entiendo ni yo!
-Tú tienes la culpa. Me desgracias la vida.
-¡Hala! Ya apareció otra vez la pobrecita víctima.
-Nos hacemos daño.
-Quizá sea uno de los motivos que nos engancha.
-¡Qué chorrada! Lo importante es que nos tenemos el uno al otro.
-Yo soy una persona, no una cosa de tu posesión. No te pertenezco.
-Sacas todo de quicio.
-Me defiendo de ti.
-¿Eso es nuestra relación: defensa y ataque?
-¡Tablas!
-¡Que no!
-Pues te toca a ti.
-Si tuviéramos un hijo, ¿nos uniríamos para él?
-Por ahí no paso. Así, un hijo, no.
-Te he pillao: estropeas nuestra relación para que no tengamos un hijo.
-¿Lo has leído en tu bola de cristal?
-¡Déjame en paz!
-¡Y tú a mí!
-¡Pues ahora me vas a oír!