Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
PICASSO, MI ABUELO: AL FIN PUEDO DISPONER DE MÍ MISMA
(2005)
Esas palabras pronuncia Marina Picasso hacia el final de su tratamiento psicoanalítico. Nieta de Pablo Ruiz Picasso, el célebre pintor caníbal, cuenta su vida y su proceso de cura en “Picasso, mi abuelo” (Plaza & Janés, 2002; Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2003).
Comienza el libro rememorando una repentina “oleada de angustia” y pánico mientras conduce con sus dos hijos: “Violento calambre. El corazón se me desboca. Me ahogo. Mi muerte es inminente. Paralizada de horror. ¿Es esto volverse loca? ¿Es esto morir?”. Este síntoma le lleva a emprender un psicoanálisis: “He de encontrarme a mí misma”. Al principio, culpa de sus males al abuelo destructor y tirano (que prohibía que lo llamaran “abuelo”); después, va haciéndose cargo de su propia responsabilidad.
Recuerda una frase cruel del abuelo: “Cuando me muera, será como un naufragio, y cuando un gran navío se va a pique, mucha gente a su alrededor es aspirada por el torbellino”. Cuando muere, Marina tiene 22 años, y se avecina el cumplimiento de la profecía: Pablito, de 24 años, hermano de Marina, traga lejía cuatro días después y agoniza durante tres meses (se le había prohibido ver el cuerpo y acudir al entierro). El padre de Marina, Paulo, un cero a la izquierda, alcoholizado, muere de cáncer dos años después, a los 54 años. Jacqueline, la última compañera de Picasso, se pega un tiro en la sien. Marie Thérèse, una compañera anterior, se ahorca. Etc. Está en manos de Marina hacer o no de su vida un destino trágico y autodestructivo. “Me culpé de seguir con vida.”
En su tratamiento, reconstruye su historia y se reconstruye a sí misma. Aprende a dejar de ser otra víctima más: “Yo también debería haber sido una de estas víctimas”. Pero no: se aparta del destino maldito que le habían trazado el abuelo-dios (“manipulador, déspota, destructor, vampiro”), el padre sometido y anulado (“Picasso no hizo nada por hacerle entender a mi padre, su hijo primogénito, que tenía derecho a construirse como persona. Mi padre supo muy pronto que para él sería imposible ser más o igual que Picasso, así que decidió no ser nada. Eso fue fatal para nosotros, sus hijos.”), y la madre (“con una fascinación patológica hacia su suegro”).
“Hay que mirar al dolor a la cara.” “En el diván de mi analista, para recuperar el derecho a la vida...” “No éramos más que la escoria del arte de Picasso.” “Me niego a esta miseria. No quiero el dominio de un déspota que decide mi vida y la de mi hermano Pablito. Quiero mi libertad, mi oxígeno. Quiero que nos extirpemos de esta familia.” “Tras el psicoanálisis, los caminos que uno ha elegido dejan de ser inescrutables.” “Durante mi terapia comprendí que mi fobia [desmayos, ataques de angustia...] me venía de mi abuelo. Del volumen que él había ocupado en mi vida.” “Mi terapia me ha permitido descubrir ahora a un abuelo que no conocía. (...) Ya no lo odio.” “Esta es mi vida. He hecho lo que he podido.”
2005
Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica