Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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NAUFRAGIOS, PÉRDIDAS Y SEPARACIONES
(2001)

Fragmento de mi tesina ÉRASE UNA VEZ UN CUENTO EN PSICOTERAPIA: SIMBAD, PETER PAN Y OTROS (2001)


“NAUFRAGAR”: sentido etimológico: nave (navis) que se rompe (fragare). Irse a pique o perderse la embarcación. Dícese también de las personas que van en ella. Asimismo, tener una gran PÉRDIDA. (BARCIA)

Escribió Hölderlin: “Sólo en el peligro crece lo que nos salva”. A veces hace falta dejarse ir a pique para salir a flote. Oigamos a un poeta: “La tempestad de la vida (...) viene a ser así una prueba necesaria (...) para llegar al único puerto real, que no es más que uno mismo en su humana verdad, la extrema soledad es la extrema calma, base de la comunicación verdadera con los otros”. (REINA PALAZÓN, 109)

Naufragar y, al cabo, reencontrarse con la propia verdad. “Hay que tocar fondo [como Sindbad]. Hay que ir hacia el lugar de donde se quiere huir. Y la única forma de tocar fondo es sucumbiendo a las tentaciones. No se pueden superar los obstáculos huyendo de ellos o negándolos. (...) Tenemos que meternos al pantano. (...) Hay que ir al fondo del océano, hay que ahogarse y no andar con flotadores. Hay que aprender a confiar en la tempestad. Hay que hundirse, flotar, ahogarse y salir. Hay que renunciar a la salida mientras no se haya tocado fondo. Si no, no se resuelve nada. Hablo de resolver, no [sólo] de cambiar conductas. Es necesario llegar al núcleo, a la esencia del conflicto, para poder conocer y elegir con libertad. (...) Hay que revivenciar el origen del conflicto, regresar al pecado original. (...) Es un quedarse con la verdad que hay ahí, no [sólo] con la interpretación mental. La solución está en la experiencia misma, en jugar al riesgo de profundizar en uno mismo.” (BORJA, 60, 61)

Arriesgar todas sus pertenencias, perderlas todas, tocar fondo, cuasiahogarse, flotar, transitar un duelo, recuperarse renovado..., todo lo antedicho es recorrido por Sindbad, como una metáfora de autodescubrimiento y sanación de uno mismo. “En el viaje, bajar es abismarse en lo que nos sustenta, es desfondar el fundamento que nos subyace” (SAVATER, 66)

Las pérdidas son condición inherente al crecimiento. Desde la primera: la del paradisíaco vientre materno: pérdida de la completud y de la fusión. “Las pérdidas nos acompañan toda una vida, pérdidas necesarias, pérdidas que aparecerán cuando nos enfrentemos al hecho ineludible de: que nuestra madre va a dejarnos y nosotros a alejarnos de ella (...) para convertirnos en un yo paulatinamente individualizado; que el amor de nuestra madre nunca será exclusivamente nuestro; (...) que esencialmente estamos librados a nosotros mismos; que tendremos que aceptar -en los demás y en nosotros mismos- el amor mezclado con el odio, lo bueno mezclado con lo malo; que (...) una chica no podrá casarse con su padre cuando haya crecido [ni el chico con su madre]; (...) que hay defectos en todas las relaciones humanas: la renuncia a nuestros sueños de relaciones ideales, para someternos a la humana realidad de las relaciones imperfectas; que nuestra condición en este mundo es implacablemente pasajera: la pérdida final (...). Las pérdidas involucradas en las limitaciones de nuestras capacidades (...). Estas pérdida forman parte de la vida, son constantes, universales e insoslayables. Y son pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas, al abandonar, al soltar amarras. (...) Debemos renunciar para madurar. (...)” (VIORST, 14-16)

Perder es necesario para ganar. Es la vida una retahíla de encuentros y SEPARACIONES, de pérdidas y ganancias. Todo encuentro contiene una separación, y cualquier separación es antesala de un nuevo encuentro. Y para ganar algo es necesario perder algo. Son los amaneceres y anocheceres por los que la historia de cada uno discurre. Para disfrutar plenamente de la alborada hace falta saber atravesar la noche que la precede. Ya dijo el sabio jasídico Rabí Nachman de Breslau: “Crecer espiritualmente puede asemejarse a un viaje en montaña rusa. Anímate en el conocimiento de que la bajada es sólo preparación para la subida”. (NACHMAN, 42).

La primera separación de la vida: cuando la madre nos pare y nacemos al mundo. Nacer es naufragar para nadar a la orilla de la vida y entrar en el mundo de los otros. Cuánto sufrimiento si alguien se negara a nacer para no perder el paraíso terrenal del útero. O si no abandonara la niñez (otra pérdida necesaria) por las dificultades de hacerse mayor (como Peter Pan, que se niega a crecer, justo lo que le sucedió en la vida real a James M. Barrie, su autor: un adulto anclado en la niñez y que no pudo hacer la separación de su madre: por no dejarse naufragar no tocó jamás el puerto de la adultez). O si no se atreviera a establecer una relación amorosa, comprometida, por temor a la pérdida. O si un ser querido se va o se muere, y por no poder sentir y transitar esa pérdida se anquilosa en la depresión...

Por último, sólo señalar que existe una pérdida fundamental, inherente a nuestro condición de sujetos con deseo, a diferencia de los animales, que viven sólo con la necesidad (si la consideramos puramente biológica). Es la “falta estructural” del ser humano, relacionada con el “no-todo” y la “incompletud”. Este es otro mar que en esta obra no surcaré.
2001

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica