EL TALLER DE ESCRITURA
DE RAMIRO PINILLA
Y
EL INCONSCIENTE ESCRIBIDOR
Ernesto Maruri
“Ramiro y el taller de Algorta”,
24 de octubre de 2024
I Congreso
Internacional Ramiro Pinilla “Aquí empezó todo”
Muxikebarri, Algorta (Getxo)
Centro de Arte, Cultura y Congresos de Gexo
23 y 24 de
octubre de 2024
Gracias por la generosa invitación y el denuedo de la organización.
Gracias a Ramiro y los escritores del
taller.
Gracias a Jorge Manrique, fray Luis de León y Miguel Hernández.
En el hospital, días antes de morir, Ramiro dictó a su
mujer, María Bengoa, el último guasap para el taller:
Doctoras y
doctores
de ese templo de
la creación,
os quiero mucho.
Escribid,
escribid.
PRÓLOGO
¿Recuerdas, oh, recuerdas, Ramiro, aquella edad inolvidable en el tiempo
de los tallos verdes? La de tus andanzas de viejo txiki a los ochenta y seis años, cinco antes de morir. Te pregunté:
-Si un día pierdes las fuerzas, ¿haremos el taller en taburetes verdes y
rojos alrededor de tu cama en Walden? Y cuando te mueras, si te
mueres, ¿morirá el taller como un hijo desvalido?
Respondiste:
-¡Que no, que aquí no soy el padre ni el maestro de nadie! Como no soy
nada de eso, tenéis todo a favor para continuar el taller sin mí. Pero nada de
hacer el taller en mi cama.
Seis años después de tu muerte a contragalope, el taller (creado por ti
en el 78 en Algorta) perduraba tras cuarenta y dos años. Cuando una pandemia
nos confinó en marzo de 2020, celebramos telesesiones los primeros meses, y
nada más. El taller, ¿ha muerto o pervive en el sueño fecundo de la
hibernación?
CAPÍTULO
1
¿Cómo funciona el taller visto por quien acude?
Lo escribí en un artículo en 2009. Pueden leerlo en internet, titulado:
“El taller de escritura de Ramiro Pinilla: Un espacio de libertad”.
CAPÍTULO
2
¿Cómo funciona el taller
en pro de una escritura singular?
Ramiro, alumbrando una escritura propia tras nutrirse de otros como
Dickens, Faulkner y García Márquez.
Nosotros, desprendiéndonos de los maestros como ideales para incorporarlos
a nuestro bagaje y crear una escritura propia.
CAPÍTULO
3
¿Cómo funciona el taller escuchado en boca de Ramiro?
1.-Escribe,
escribe. Es la forma principal de aprender.
2.-Revisa,
revisa.
3.-Escribir no
es decir sino contar, mostrar.
4.-Escribir es
tensar un cable de acero.
5.-Escribe por
mucho que se descojonen de ti.
6.-En el taller,
nadie es maestro de nadie. Aprendemos juntos.
7.-Prefiero un
lenguaje invisible, transparente como el cristal, que no se interponga entre el
lector y la historia.
Y expreso con mis palabras otras
sugerencias de Ramiro:
8.-Copia a tus escritores favoritos. Suelta así la mano hasta dar
contigo mismo y liberarte del modelo. Como los bebés con la mamá hasta que
crecen. Porque todo escritor comienza por ser un mamón.
9.-Muestra lo que escribes. Soporta la herida narcisista de las
críticas implacables si son constructivas y dirigidas al texto, no a la
persona.
10.-Si una frase es deslumbrante, entorpece. Quítala aunque te duela en
las carnes.
11.-Escribe detalles: los que reflejen al personaje y su mundo.
12.-Encuéntrate con tu propio lenguaje.
CAPÍTULO 4
¿Cómo funciona
el taller desde el deseo inconsciente?
Ramiro, cuando decías escribe,
escribe, yo leía este mensaje:
Déjate guiar por tu deseo de escribir y por tus personajes.
Comprométete con tu deseo. El deseo: ese saltimbanqui de lo
inconsciente.
Si no escribes, bien boicoteas
tu deseo, bien priorizas otros, bien no existe…
Sírvete de mí como trampolín. Después, déjame y entra desnudo a la mar.
Nadarás y bucearás a tu
estilo en pos de tu Ítaca.
CAPÍTULO 5
¿Cómo funciona el
taller en los sueños?
¿Qué dice y qué
hace el maestro en el inconsciente soñador?
Me diste la libertad,
Ramiro,
(y me la di,
pues el soñante soy)
en mi primer sueño contigo
tras morirte
tan callando,
cercado de tu mujer y de tus
hijos,
legando tus palabras
que son ríos de tinta
que van a dar en la mar,
mar de Arrigunaga,
que es el morir,
que es el desmorir.
Aunque la vida perdiste
tan temprano,
dejonos harto consuelo
tu memoria.
Y seguiste la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo
han sido.
Queremos hablar de muchas cosas
contigo, Ramiro,
compañero del alma, compañero.
En el segundo sueño,
me donaste un adjetivo:
un adjetivo demoledor,
un adjetivo constructivo,
un adjetivo de lo imposible
para entrar en lo posible.
Jueves, 23, octubre, 2014. Media mañana. Llama Biktor Abad, del
taller:
-Ramiro ha recaído. Lo han operado de urgencia. Ha muerto.
Noventa y un años indomables.
Desde el 18 de septiembre, treinta y seis días en el Hospital de Cruces
por una pancreatitis traicionera.
Los primeros días, la muerte palpándote.
Encamado,
maratoniano horizontal de correr incesante, dijiste que habías resuelto sin
papel ni teclado una escena bloqueada de la novela Los inmaduros. Te divertía escribirla. Una novela con humor
de la que revelaste: Son cuatro tipos sin
fuste que se encierran en un caserío para al fin hacer lo que quieren.
Inconclusa.
Cinco días antes, te predijeron el alta para el miércoles 22 de octubre.
Podrías presentar Cadáveres en la playa el 23 en
Bilbao. Reaccionaste con inadvertidas palabras anticipatorias:
-Me han dicho que el miércoles iré al cielo… Porque podré dar de
comer a mis gatos.
Aquel miércoles,
tus gatos de Walden maullaban soliloquios
desgarrados a la vez que tú colapsabas. Como el viejo Isidro de Seno,
fuiste abriendo
hacia atrás todas las puertas de las habitaciones de tu memoria. Llegaste ante
la última puerta asolado por el dolor que ibas
a dejar en tus seres queridos. Se te
abrió sola. No te atreviste a entrar, porque te estremeció la idea de que tu
memoria te iba a mostrar el arranque de toda tu memoria, pero te sentiste
succionado del interior. Te apagaste
en un silbido cada vez más tenue, hasta que se te salió toda la vida. La
vida que dejaste entre nosotros, con un
árbol plantado sobre tu ombligo
que sigue dando frutos como el taller, que crece dentro de cada uno.
La primera noche sin ti, este sueño:
Camino de noche
por la avenida Basagoiti de Algorta (en tus novelas, Avenida Larragoiti). Un
paseo peatonal con tramos en que las ramas de los árboles de
cada lado se han unido en un techo frondoso, como un túnel. Veo que te
acercas. Sé que estás muerto. Te paras y dices:
-Ya puedes partir.
Nos abrazamos y cada uno sigue su camino.
9, enero, 2015. Dos
meses y medio después de tu muerte. Segundo sueño:
Paseamos
por la playa de Ereaga, la de mi infancia.
Te leo un cuento en unas hojas desdobladas. Dices:
-Es un texto inmaniobrable.
Llegamos al
Puerto Viejo de Algorta en fiestas. Nos metemos entre la multitud que jalea el
paso de las peñas disfrazadas. Me pasas un brazo por los hombros. Tiraré el
cuento y empezaré otro. Me siento feliz a tu lado.
CAPÍTULO 6
¿Cómo funciona
el taller desde el amor?
Por amor al deseo
hecho acto de
escritura.
Por el esfuerzo
tenaz
del trabajo del
deseo de escribir
hecho acto de amor.
EPÍLOGO
Cada uno alberga su propio Ramiro.
Querido Ramiro, el mío: te sigo escuchando, me sigues escuchando. Aquí y
ahora. Un abrazo fuerte desde el que fue nuestro Gran Cinema de Algorta.
NOTAS
1.-Prólogo: Incluye títulos de
cuatro obras de Pinilla:
-¡Recuerda, oh, recuerda!
-Aquella edad inolvidable
-En el tiempo de los tallos
verdes
-Andanzas de Txiki Baskardo
2.-Capítulo 5: En el hospital, pidió estos dos últimos libros (María Bengoa, su mujer, se los leía):
-Coplas por la muerte de su padre, de
Jorge Manrique:
(…)
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
(…)
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.
(…)
cercado de su mujer
y de sus hijos (…)
(…)
dio el alma (…)
(…)
y aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria.
-Vida retirada, de fray Luis de León:
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
3.-Capítulo 5: Miguel Hernández, Elegía a Ramón Sijé:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(…)
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
4.-En la cita de Seno,
he sustituido la tercera persona del singular (referida al viejo Isidro) por la
segunda del singular.