LOS ESCRITORES:
POR QUÉ,
PARA QUÉ
Y CÓMO
ESCRIBEN
Ernesto Maruri
Conferencia pronunciada en Pamplona
el 27 de febrero de 2024.
Organizada por el Ateneo
Navarro.
Vocal del Ateneo: Javier Asiáin.
CAPÍTULO 1
Papá, yo te digo
y te prometo solemnemente, por lo muchísimo que te quiero, que cuando un hombre
se coloca en su camino, ni lobos ni perros deben hacer que vuelva atrás y yo,
afortunadamente para mí, tengo una lanza como la de Don Quijote. En mi camino
estoy, papá, ¡no me hagas volver la vista atrás! (...) Esto aparte, yo estoy
preparando mis libros y voy muy despacio porque me ando con pies de plomo para
dar a luz un libro sensacional. (...)
Tu carta diciéndome
que me vaya de la residencia porque, si no, tú vienes por mí, me ha producido
un gran disgusto y una gran inquietud. (...) Ven y, si quieres que me vaya
contigo porque te empeñas, me iré, pero te aseguro que no tardarás en
arrepentirte. Yo te obedezco porque ése es mi deber, o creo que es mi deber,
pero me habrás dado un golpe de muerte, porque me llenaré de pesadumbre y
desanimación y se me quitará el entusiasmo que tengo y me hace falta animar.
Yo te suplico de
todo corazón que me dejes aquí hasta fin de curso y entonces me marcharé con
mis libros publicados y la conciencia tranquila de haber roto unas espadas
luchando contra los filisteos para defender y amparar el Arte puro, el Arte
verdadero.
A mí ya no me
podéis cambiar. Yo he nacido poeta y artista como el que nace cojo, como el que
nace ciego, como el que nace guapo. Dejadme las alas en su sitio, que yo os
respondo que volaré bien. (...) Piensa que yo no soy un objeto que te pertenece
y que amas mucho; piensa que tengo vida propia, resolución. Hay que ser audaces
y valientes. (...) Sabes que te quiere de corazón tu hijo.
Este joven de 21 años en aquella primavera de 1920
se salió con la suya: continuará en la Residencia de Estudiantes de Madrid,
publicará libros con éxito y estrenará obras de teatro. A pesar de que las
expectativas de su padre era que estudiase una carrera de letras (Derecho,
Filosofía) para trabajar en ello.
Esta carta es un ejemplo luminoso de cómo poner en
marcha el deseo propio frente a un padre que tiene otro deseo. Con respeto y
haciéndose respetar, sin ponerse fuera de la ley ni del amor. Es desengancharse
de ser un “objeto” del padre, para ser un “sujeto” que defiende con coraje y
riesgo su deseo. (Los hijos son de los padres, pero no les pertenecen, no son
objetos de su posesión.) Un sujeto que no retrocede ante su propio deseo (el
psicoanalista Jacques Lacan dijo que la cobardía moral es ceder ante el propio
deseo). Un joven dispuesto a pagar el precio de su deseo, que es un motor que
le da alas. Confía en su deseo, se entusiasma, pone los medios para llevarlo a
cabo, toma las dificultades como acicate para continuar...
Qué habría sido de él si hubiera claudicado en su
vocación de escribir para satisfacer al padre. Dice “golpe de muerte”,
“pesadumbre”, “desanimación”: un muerto en vida, un enfermo, un rencoroso, un
deprimido, un impotente, un violento, un ansioso, un sometido, un
imposibilitado, un abogado de la amargura..., quién sabe.
Él, Federico García Lorca, apostó por su deseo.
Poco después de comenzar el siguiente curso en la
Residencia de Estudiantes de Madrid, recibe carta de su madre Vicenta, maestra
(su gran valedora para escribir), el 28 de octubre de 1920: Me parece muy
bien que no hayas tomado más que dos asignaturas [de filosofía, además de
estudiar griego] para que seriamente cumplas con ellas y no descuides tu
Literatura que para mí tiene más importancia que todas las carreras, o, mejor
dicho, ésa es la carrera por excelencia para ti y para mí. (...) Que sigas
escribiendo con la misma frecuencia y contándonos todo lo que hagas.
Hasta ese momento, había publicado Impresiones y paisajes, abril de
1918, que es un libro de prosas nacidas en sus viajes estudiantiles, y había
estrenado la obra teatral (única representación) El maleficio de la mariposa, 22 de marzo de
1920, con un rotundo fracaso. Tenía por publicar, entre otros textos, los
versos que el 15 de junio de 1921 se editarían con el título de Libro de
poemas.
Otra carta de su
madre:
18 de noviembre de 1920:
Dices que estudias regular y lees desaforadamente. Esto último me parece
exagerado y si te molesta la cabeza debes hacerlo con moderación pues lo
primero es la salud. Escribes también y eso me agrada muchísimo porque yo no
quiero que abandones lo tuyo, lo que te gusta, ni decaigas en tus aspiraciones
hasta que consigas, si Dios quiere, todo lo que tú deseas.
PRÓLOGO
Buenas
tardes. Bienvenidos. Gracias por estar aquí, hijos de las palabras, aliados de
las palabras, vuestro impulso nos hará seres eléctricos, perdón, seres de
palabras, ay, que la canción de Miguel Ríos me ha liado. Abrid vuestras mentes,
llenaos con un soplo de rock, perdón, aireaos
con un soplo de palabras que dasalojen los fantasmas cotidianos. A los hijos de
las palabras: ¡bienvenidos!
Gracias
al Ateneo Navarro por la invitación.
Mi agradecimiento a Javier Asiáin, vocal del Ateneo que ha organizado este acto. Y gracias por tu presentación, aunque no me comprometo a cumplir las altísimas expectativas con que me has dado paso.
En el siguiente capítulo, expresaré con mis palabras diversas modalidades de escritura, algunas contrapuestas. En ese capítulo, les presentaré parejas de aforismos. Leer un libro de aforismos de una sentada o leer seguidas varias páginas puede producir tanto un empacho como una merma en su apreciación.
Por eso, leerles aquí en
alto unas tres páginas de aforismos es una falta de delicadeza, lo siento, ya que requieren un tiempo y un espacio de resonancia. Paliaré un poco este
obstáculo: leeré con silencios y les facilitaré tras la
conferencia el texto para que en una lectura solitaria (o acompañada), los lean
a su propio ritmo.
Me parece un capítulo que
requiere reposarlo, descansarlo, beberlo a sorbos como un caldo de pescado o de carne muy
caliente o un sorbete de limón o de naranja muy frío.
En el resto de capítulos,
este conferenciante (que es un compilador de citas de escritores sobre las
causas para escribir) ofrecerá una conferencia-compilación. Dará voz
protagónica a diversos escritores mientras organiza las citas y dialoga con los
escritores.
Espero que, en vez de añorar
mis palabras, acojan las de los escritores. Que no importa quien las diga, sino
lo que digan.
Espero que tantas citas no
incurran en ‘cititis’, que es más perjudicial que la cistitis.
CAPÍTULO 2
ESCRIBIR PARA…
Familiarizarse
con lo extranjero
de la lengua propia.
Extrañarse
de lo familiar
de la lengua propia.
Entreabrir
lo cerrado.
Entrecerrar
lo abierto.
Poner a temblar lo preconcebido.
Preconcebir un temblor intrínseco a las palabras.
Aquietar
lo que pincha.
Pinchar
lo aquietado.
Seguir
el dictado del deseo.
Desear
al dictado de lo que se escribe.
Comprender
lo incomprendido.
Incomprender
lo incomprensible.
Descallar
lo callado.
Acallar
la palabrería hueca.
Amortiguar
el dolor y expandir la alegría.
Expandir
el dolor y amortiguar la alegría.
Conmover.
Conmoverse.
Calmar
la sed de palabras.
Desempacharse
de un atracón de palabras.
Poner
sedienta a una palabra de otra, y a esta de otra...
Alimentarse
de palabras cocinadas a mano o al teclado.
Rescatar palabras que a la chita callando
no nos dieron,
nos borraron,
nos robaron.
Devolver palabras que a la fuerza imperando
nos metieron,
nos incrustaron,
nos implantaron.
Ofrecer
preguntas.
Dar
respuestas.
Contarse
y recontarse a un mismo y a otros.
Descontarse
a uno mismo y a otros.
Aumentar
el conocimiento y lograr ser conocido.
Aumentar
el reconocimiento y lograr ser reconocido.
Salir
del hogar.
Encontrar
un hogar.
Mandar
a los personajes.
Ponerse
al mando de los personajes.
Descubrir,
descubrirse
y ser descubierto
en palabras o personajes
que desnudan al escritor:
ya no es el que parecía.
Encubrir,
encubrirse
y no ser descubierto
en palabras o personajes
que abrigan al escritor:
ya no parece el que era.
Encender un hielo,
iluminar una oscuridad enclaustradora
con la llama de las palabras
Apagar un fuego,
atenuar una luz cegadora
con el agua de las palabras.
Intentar
la perfección.
Recorrer
la imperfección.
Reescribir.
Desescribir.
Teñir
de invención la realidad.
Dotar
de realidad a la invención.
Atender
un encargo, una llamada
del propio sujeto o de otros.
Desatender
un encargo, una llamada
del propio sujeto o de otros.
Acariciar las palabras
para que se duerman
y sueñen.
Agitar las palabras
para que despierten
y cuenten un sueño.
Abrazar con deseo candente
las palabras
que se abrirán,
como la lámpara de Aladino
para que salga el genio,
que no todo lo puede.
Pegarse con ‘goce’ sufriente
contra las palabras,
que se cerrarán
como un caracol
que retrae las antenas,
que no todo lo alcanzan.
Aventurarse
en ocurrencias y andanzas
de palabras y personajes
para que
el lector explore
fuera de sí.
Aventurarse
en venturas y desventuras
de palabras y personajes
para que el lector explore
dentro de sí.
Entretenerse y entretener,
pues entre tener y no tener,
quien tiene
puede disfrutarlo o perderlo,
y quien no tiene
puede llegar a tener o aceptar no tener
(sea porque no sabe adquirirlo
o por imposible).
Que escribir discurre
entre tener y no tener
palabras.
‘Entreaburrir’ y ‘entreaburrirse’,
pues en la escritura y la lectura
aparecen curvas de aburrimiento.
Mientras el aburrimiento
no se adueñe del texto
como una niebla pétrea.
Expresar mejor con palabras
la cima de lo expresable
sin caer en ella.
Bordear con palabras
el agujero de lo inexpresable
sin caer en él.
Vivir mejor
en el hábitat de las palabras,
hacer el amor con las palabras.
Vivir peor
en el hábitat de las palabras,
hacer el odio con las palabras.
Tejer un texto
a partir
de la irrealidad exterior, interior
para sostenerse,
para reinventarse.
Tejer un texto
a partir
de la realidad exterior, interior
para orientarla,
para reordenarla.
Equilibrar la escritura:
por un lado,
dejarse llevar en asociación libre por las palabras (espoleado el escritor por las significaciones, los sonidos, la cadena de significantes, los juegos de palabras, la sintaxis, la gramática, las metáforas, las metonimias, los recuerdos, las imágenes, las sensaciones, los pensamientos, los sentimientos, lo inconsciente, etc.),
y por otro,
sujetar las riendas para crear una historia que transmita, que alcance al lector, que sea suficientemente inteligible.
Desequilibrar la escritura:
por un lado,
el flujo desbocado de palabras
y, por otro,
la historia que se cuenta.
Engrosar la superficie.
Rayar la superficie.
Escribir procede del
latín scríbere, que
significa rayar un contorno. Scríbere en origen significaba grabar en piedra. Más tarde, en arcilla
y en papiro. Escribir es rayar:
hendir, rajar o abrir un sólido sin dividirlo del todo. Es lo que practican
algunos escritores: hacer rendijas en la superficie de la realidad del entorno
y de la realidad psíquica, escudriñarlas y contar tanto lo que han visto como
lo que han imaginado que veían. Estos escritores son exploradores y excavadores
de intersticios, de vacíos y huecos, de espacios y distancias, de faltas en el
ser y en el tener. No ponen un saber, sino que extraen un saber. Rayan en lo
consciente para extraer verdades de lo inconsciente.
Rebasamos el ecuador de la conferencia. A continuación, como advertí, daré preponderancia a las voces de escritores. Algunos inciden en puntos ya mencionados.
CAPÍTULO 3
SENTIDO Y SINSENTIDO
Dice
Luis Landero: No me refugio en la
literatura. La literatura es más importante que un refugio. Es mi gran proyecto
de vida. Empecé a escribir con 15 años y ahora tengo 75: son 60 años. Y sigo
escribiendo con la misma fe, el mismo entusiasmo, el mismo temor y temblor que
cuando tenía 15 años. Es el gran amor de mi vida, la literatura. Es lo que da
un sentido a mi vida.
Dice
Silvina Urban: Escribo para
intentar dar respuestas a tantos interrogantes que dan vueltas dentro de mí, y
sé que es muy probable que no las encuentre, pero sigo intentándolo día a día,
con la esperanza de poder aliviar el exceso de sentido con que a veces me
encuentro.
Dice
Luisa Valenzuela: Veo la literatura como una forma de indagación, una manera de aceptación de
la ignorancia. Es una construcción de sentido más que un descubrimiento del
saber.
Diferentes escrituras:
1.-La escritura como
búsqueda de un sentido a la vida y a la muerte, a los acontecimientos, a lo que el sujeto
hace y a lo que hacen con él, a los encuentros y a las pérdidas…
2.-La escritura como
protección contra un exceso de sentido o como riesgo de incurrir en tal exceso.
3.-La escritura para
hacer mejor con los sinsentidos de la vida y de la muerte, los acontecimientos,
lo que el sujeto hace y lo que hacen con él, los encuentros y a las pérdidas…
Dice Enrique Vila-Matas:
Un posible sentido para mis escritos
sería comunicar lo fantástico que es vivir y que, si esto no he logrado
comunicarlo nunca, se debe a que tiendo siempre a ver el gran absurdo de la
vida. Ahora bien, por paradójico que parezca, escribir es pactar con el
sinsentido del mundo. Claudio Magris lo expresa de esta forma: “En la
literatura habla una voz que nos dice que la vida no tiene sentido, pero su
timbre profundo es el eco de ese sentido”. Según esto, sólo en la literatura
tiene la vida sentido pleno. Esto explicaría por qué escribo y también el
sentido de mi obra.
Hay
sinsentidos fecundos porque esconden verdades.
Hay
sinsentidos que se hacen tolerables gracias a las palabras, tanto en el decir
inconsciente más allá de lo dicho conscientemente, como en el escribir inconsciente
más allá de lo escrito conscientemente.
Hay
sinsentidos que, al compartirlos, se hacen más soportables.
Hay
sinsentidos en la vida que cobran sentido en la literatura o que, aunque persista
el sinsentido, son mejor consentidos en la literatura.
Hay
sentidos de la vida que cobran otros sentidos en la literatura.
Hay sentidos
de la vida que devienen sinsentidos en la literatura.
Hay un
sentido común que deja de ser común en la literatura.
Tales
paradojas de la literatura reflejan paradojas de la vida.
CAPÍTULO 4
.
MECANISMO U ORGANISMO VIVO
¿Puede
la escritura literaria parir un texto, un producto que no sea un mecanismo, una
maquinaria, sino un ser vivo de palabras e historias que parece de carne, hueso
y corazón simbólico?
¿Nos
pueden parecer unos personajes tan vivos como personas?
¿Podemos
notar al escribir y al leer una narración, una poesía, que la vida palpita en
las palabras, en las entrelíneas, en las historias que salen de las manos
vivificadas del escritor y entran por los ojos curiosos del lector?
¿Puede
la escritura parecerse a un proceso semoviente, esto es, que se mueva por sí
mismo cuando el escritor le da espacio libre y el lector lo toma como una
verdad por mucho que sea ficticia?
Escribió Unamuno en Cómo se hace una
novela (adiciones escritas del
21-VI al 7-VII-1927):
Contar
la vida, ¿no es acaso un modo, y tal vez el más profundo, de vivirla? (...)
Vivo ahora y aquí [en el
destierro en Francia] mi vida contándola.
(...)
(…) ¿Por
qué, o sea, para qué se hace una novela? Para hacerse el novelista. ¿Y para qué
se hace el novelista? Para hacer al lector, para hacerse uno con el lector. Y
sólo haciéndose uno el novelador y el lector de la novela se salvan ambos de su
soledad radical. En cuanto se hacen uno se actualizan y actualizándose se
eternizan. (…)
Unamuno defiende que a
través de la literatura se puede bienhacer lo que es un malhacer en la vida:
que dos sujetos se hagan uno.
Sigue Unamuno:
Una novela, para
ser viva, para ser vida, tiene que ser, como la vida misma, organismo y no
mecanismo. Y no sirve levantar la tapa del reló. Ante todo porque una verdadera
novela, una novela viva, no tiene tapa, y luego porque no es maquinaria lo que
hay que mostrar, sino entrañas palpitantes de vida, calientes de sangre. Y eso
se ve fuera. Es como la cólera que se ve en la cara y en los ojos y sin
necesidad de levantar tapa alguna.
El relojero, que
es un mecánico, puede levantar la tapa del reló para que el cliente vea la
maquinaria, pero el novelista no tiene que levantar nada para que el lector
sienta la palpitación de las entrañas del organismo vivo de la novela, que son
las entrañas mismas del novelista, del autor. Y las del lector identificado con
él por la lectura.
Mas, por otra
parte, el relojero conoce reflexivamente, críticamente, el mecanismo del reló;
pero el novelista, ¿conoce así el organismo de su novela? Si hay tapa en ésta,
la hay para el novelista mismo. Los mejores novelistas no saben lo que han
puesto en sus novelas. Y si se ponen a hacer un diario de cómo las han escrito
es para descubrirse a sí mismos. (...)
Contar
la vida, ¿no es acaso un modo, y tal vez el más profundo, de vivirla? (...)
¿Cuándo se acabará esa contraposición entre acción y contemplación? ¿Cuándo se
acabará de comprender que la acción es contemplativa y la contemplación es
activa?
CAPÍTULO 5
ESCRIBIR
CON MAPA,
CON BRÚJULA
O A LO QUE SALGA
Escribió Unamuno, que no me suelta la mano:
Las
representaciones más significativas, más firmes, más bellas, suelen ser
aquellas en que el artista va a lo que salga. Diríase que es la obra misma la que lleva la mano del artífice, y por
caminos que éste ignoraba. Es la obra la que se hace a sí misma. (...)
(…) las
poesías que me han resultado más unas, más de una pieza, más enteras, son
aquellas en que al escribir el primer verso no sabía lo que habría de decir
después. Cada verso sacaba al que le seguía. Y la unidad del conjunto dependía
de mi estado de ánimo. No era unidad de concepto sino de sentimiento. (...)
De la
decena de novelas, entre largas y cortas, que llevo publicadas, no hay acaso
ninguna que tenga la unidad íntima, esencial, profunda, que Niebla, a pesar de su constante
divagación, y esa novela la comencé al azar, creando sus personajes según la
escribía. Eran más bien ellos los que se iban escribiendo. (“Las verdades del barquero”, 20-I-1923)
(…) aleccionado
por lo que me ha ocurrido y por lo que a otros
ocurre, y huyendo de la especial pesadez que llevan en sí
las obras producidas por oviparición, me he
lanzado a ejercitarme en el procedimiento vivíparo, y me
pongo a escribir, como ahora he
hecho, a lo que salga, aunque guiado ¡claro está! por una
idea inicial de la que habrán de irse desarrollando las sucesivas. (“A lo que salga”, IX-1924)
Joyce, también escribe a lo que salga: Creo que un libro no se debe proyectar de antemano: a medida que uno escribe, irá tomando forma sometido a los impulsos emocionales.
Eduardo Mendoza dice (entrevista de Virginia Drake, XL Semanal, nº 1895, 18-II-2024, 58; le pregunta qué tiene en la cabeza para escribir Tres enigmas para la Organización, 2024): No tengo absolutamente nada en la cabeza. Escribo lo primero que se me ocurre y voy detrás de la novela, no es ningún método y ni siquiera es recomendable. Tengo desfachatez [ríe]. (…) De niño recibí una sobredosis de literatura. (…) Lo que tengo es un fondo de armario que ríete tú, y eso es lo que va saliendo. Y mucha calle también.
Este tipo de escritura corre el riesgo de desatarse y
desflecarse. Las revisiones podrían encauzarla. Así advirtió Millás de este
peligro: Escribir consiste
en llegar a un acuerdo entre lo que quieren decir las palabras y lo que quieres
decir tú. Si dejas que las palabras hablen por su cuenta, no dirán nada de
interés. Si das rienda suelta a tus desvaríos verbales, escribirás algo
intransitivo. Un texto literario es el resultado de esta negociación, durísima
a veces. ¡Cuidado con la sintaxis cuando se muestra dialogante! (Juan José Millás
y Juan Luis Arsuaga, La muerte contada por un sapiens a un
neandertal,
Barcelona, Alfaguara, 2022, 145)
Otros autores requieren de un mapa, es decir, un plan trazado de principio a fin (aunque cada autor dará mayor o menor flexibilidad a los caminos que se le abran al escribir).
Y otros más viajan con brújula, más abiertos a lo inesperado pero
con una dirección marcada.
Dijo Flaubert:
Todo depende del plan. (…) Sin un plan trazado, la literatura naufraga.
Dijo Jordi Sierra i Fabra: Puedo pensar el guión de una novela durante meses o
años, pero cuando lo tengo ya claro y en papel, el resto es sencillo (…). (…) hago
el guión de forma exhaustiva y minuciosa, y luego escribo el libro de un tirón,
encerrado durante lo que tarde, una semana o diez días más o menos para un
libro juvenil. Cuando lo termino, soy incapaz de tocar nada. Todo está ahí. No
hago correcciones. No creo en la perfección, creo en el instinto. No tengo
ningún poder sobre esa obra. Ha nacido y tiene derecho a existir. A veces ni sé
si es buena o es mala. Es como un hijo, que te puede salir listo o tonto.
Escribió Horacio Quiroga en
su “Decálogo del perfecto cuentista”: No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra
adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la
importancia de las tres últimas.
Otro punto
del decálogo: No escribas bajo el imperio de la
emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal
cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
Que cada autor se encuentre en cada escrito con el tipo de escritura que le corresponda.
CAPÍTULO 6
VERDAD, FICCIÓN, REALIDAD E INCONSCIENTE
Borges
enlazó la escritura con el inconsciente. Dos citas:
-Para escribir
un libro realmente grande, hay que hacerlo de manera más bien inconsciente.
Podemos esclavizarnos a él y cambiar todos los adjetivos por otros, pero,
quizá, escribamos mejor si dejamos los errores.
Dijo Lacan: Toda verdad tiene estructura de ficción. Con lo que admite de real esta ficción
verídica. (Jacques Lacan: Seminario 7. La ética en psicoanálisis, lección del 18-XI-1959, 22)
La ficción es una construcción simbólica, de lenguaje, de lo decible, que se anuda a lo imaginario y a lo imposible de decir (“lo real”: el agujero de lo expresable con palabras).
Escribir, también se escribe de rodillas. No acuclillado. Ni inclinado. De
rodillas, como pidiendo perdón a aquello que no será nombrado. Sin embargo, lo
innombrable es lo que induce y seduce a la escritura, una y otra vez, tocando
con la punta de la lengua lo que está fuera de la lengua. Escribir es merodear
con la voz todas esas palabras deseosas de silencio. (Carlos Skliar: Hablar con desconocidos. Barcelona: Candaya, 2014, 68)
Skliar sitúa una
escritura fuera de lo consciente, pero en la superficie y más allá: en la punta
de la lengua y fuera de ella. Lo más afuera (lo ‘éxtimo’) que es lo más adentro
(lo íntimo).
Lo
innombrable induce a escribir nombres aledaños o respetar un silencio
embarazado.
Dijo John Berger: Si se pudiera dar nombre a todo lo que
sucede, sobrarían las historias. (…) la vida suele superar a nuestro
vocabulario. Falta una palabra y entonces hay que relatar una historia. (Una
vez en Europa)
Una vez que Berger
no encontraba palabras, inventó un campesino del que escribió:
Terminado
el ordeño, entró en la cocina… allí la quietud y el silencio eran totales. Sacó
una silla de debajo de la mesa, se sentó y se puso a llorar. Con el llanto iba
inclinando la cabeza hacia adelante hasta que tocó con la frente el hule. (…)
El hombre con
la frente sobre el hule lloró por todo lo que no podía volver a suceder. Lloró
por su madre haciendo buñuelos de patatas. Lloró por ella podando los rosales
del jardín. Lloró por su padre gritando. Lloró por el trineo que tenía de niño.
Lloró por el triángulo de vello entre las piernas de Zuzanne, la maestra. Lloró
por el olor de una mujer planchando sábanas. Lloró por el puchero de mermelada
borboteando en el fogón. Lloró por su granja, en la que no había niños. Lloró
por el sonido de la lluvia cayendo sobre las hojas de ruibarbo y por su padre
vociferando: ¡escucha eso! Lloró por el heno que quedaba por segar todavía.
Lloró por los cuarenta y cuatro años que habían pasado y lloró por él mismo.
Berger
construye una ficción para extraer palabras como un minero de la verdad.
Lacan: (…) una estructura de ficción (…) es propiamente la esencia misma del lenguaje. (Jacques Lacan, Seminario 18. De un discurso que no fuese del semblante, 123)
Lacan: El inconsciente está
estructurado como un lenguaje, como una cadena de significantes.
Lacan:
Todo arte se caracteriza por un cierto
modo de organización alrededor de un vacío. (Jacques Lacan: Seminario 7. La ética en psicoanálisis, 160)
Lacan: La verdad solo puede medio decirse, no puede decirse toda. El medio decir de la verdad es una característica intrínseca a la verdad.
Lacan defiende este aforismo de Nietzsche: Cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar.
Dijo Joyce: ¿Alguno de nosotros es consciente de lo que está creando?
(…) El genio originario de un artista está en sus garabatos [¿esbozos, borradores…?] (…). Más tarde puede desarrollar su talento
(…), pero si los ínfimos garabatos que configuran la gran obra carecen de
valor, no habrá servido de nada crearla, por ambiciosa que sea. ¿Quién de
nosotros puede controlar sus garabatos? Estos son los signos con los que
escribimos nuestra personalidad, como la voz o la forma de andar.
Nuestra
historia son las historias y las ficciones que nos contamos de nuestra historia.
Estamos
atravesados por el lenguaje.
Estamos hechos y deshechos de historias que nos rehacen.
El psicoanálisis: una cura por la palabra.
La lectura: palabras que nos hablan de lo más extraño y de lo más familiar.
La escritura: un lenguaje que escribe al escritor, quien a su vez
inventa historias ajenas a través de la propia o reinventa su propia historia.
Un escritor es un funambulista en el alambre del lenguaje: hace lo posible con lo innombrable sabiendo que es imposible eliminarlo. Un funámbulo que se levanta por las noches sonámbulo para escribir sin saber qué escribe: al despertar revisa y encauza.
EPÍLOGO
Disponen de esta
conferencia en mi web desde esta tarde: www.ernestomaruri.com. En la ventana
ARTÍCULOS, sección “De libros y escritores”. También ahí tienen la conferencia
que impartí aquí el año pasado: “Las causas de los escritores: Por qué y para
qué escriben”.
Ahora
mis palabras esperan la resonancia de sus palabras, la compañía de sus palabras: Para enriquecernos compartiendo tanto el saber que
tenemos como el saber que nos falta.
Javier,
por favor, puedes abrir el coloquio.