LAS CAUSAS
DE LOS ESCRITORES:
POR QUÉ
Y
PARA QUÉ
ESCRIBEN
Ernesto Maruri
Conferencia pronunciada
en la Biblioteca de Villamonte,
Aula de Cultura de Algorta (Getxo),
el 17 de
octubre de 2023.
Mi agradecimiento
a Anabel Regalado y demás equipo de la Biblioteca de Villamonte, y al Aula de
Cultura de Getxo, organizadores de la conferencia.
Buenas tardes:
Muchas gracias por su asistencia.
Quiero agradecer la organización de
esta conferencia a Anabel Regalado y demás equipo de la Biblioteca de Villamonte,
y al Aula de Cultura de Getxo.
Quiero agradecer a Carlos Otaduy Mazas el dibujo de los escritores
inserto en el cartel anunciador de esta conferencia. Con los escritores que le
indiqué por ser fundamentales para mí.
Para mí es motivo de celebración estar aquí, en Getxo, mi tierra, mi
mar. Aquí viví hasta hace 26 años, cuando me fui a Pamplona.
Estoy contento porque vengo de celebración a una fiesta de las palabras.
Palabras que
a veces
nos sostienen
y otras,
nos dejan caer..
Palabras que en
ocasiones enferman
y en otras, curan.
Desde que nacemos, no nos envuelven solo en ropas y mantas, sino
también en palabras. No nos bañan solo en agua calentita, jabón y un patito de
goma amarillo, sino en palabras. No nos nutren solo con leche, purés y potitos
de manzana, sino con palabras. No nos quitan un rato el chupete porque no lloramos, sino para que gocemos
balbuceando palabras y sonidos inventados, aún por fuera del lenguaje
articulado. No nos llevan a los columpios del parque solo para jugar, sino para
que nos columpiemos en las palabras y estas se columpien en nosotros, porque las palabras son el
tobogán de la vida.
Antes de empezar la conferencia, quiero pedirles perdón. Porque ni estoy hablando de lo
anunciado, ni lo voy a hacer por ahora. Y este prólogo podría desbocarse hasta
agotar el tiempo para entrar en materia. De ser así, habrían venido aquí
espoleados por palabras engañosas y yo sería un estafador abominable.
Escribió Quevedo en 1612, en
el prólogo de página y pico a El mundo por de dentro, última
frase: Dios te libre, lector, de prólogos
largos y de malos
epítetos. De los malos
epítetos, voy a librar a ustedes, pero de lo primero, no lo sé.
No quiero dar una conferencia académica. Soy psicólogo
clínico, psicoanalista, lector persistente y escritor a ratos. No tengo
estudios literarios, ni filológicos. No soy profesor de lengua y literatura, ni
lexicógrafo, ni etimologista, ni lingüista.
Siempre he dado conferencias para la extensión de lo psicológico, lo
psicoterapéutico y lo psicoanalítico, esto sí, con pinceladas literarias. Hoy,
en cambio, vengo al revés (¿trastornado?), pues esta es una conferencia
literaria con pinceladas psicoanalíticas.
No daré una conferencia al uso.
Estoy jugando al escribir este texto para mí que es para ustedes.
Vengo a que juguemos juntos (solo quien quiera) a través de las palabras. Más
que tener palabras, las palabras son nuestro hábitat.
Decía Chesterton: Divertido
no es lo contrario de serio.
Divertido es lo contrario de
aburrido, y nada más.
Etimológicamente, ‘divertido’ es lo que gira en sentido opuesto, lo
que da la vuelta, lo que se aparta del camino trillado. Eso caracteriza la
escritura y la lectura que prefiero: la seria y divertida al unísono. Así es el
trabajo terapéutico de un psicoanálisis: serio y divertido. Decía Lacan que un
psicoanálisis, si no es en parte divertido, no funciona.
Estoy escribiendo a golpe de deseo.
Golpe esponjoso.
Esta conferencia no cuenta
con esquema previo,
menos mal.
Solo tengo el título.
Quizá hable de un solo escritor.
Quizá hable de un solo motivo
para escribir.
Quizá hable únicamente de margaritas azules que crecen a 452 metros de
altitud en la cumbre del Serantes: Suban a comprobarlo. Aunque no las
encuentren, habrán viajado, y podrían escribirlo.
Si esa alegoría floral de la escritura no es suficiente, les hablaré de
otra: La de los tréboles rojos de diecisiete hojas
que crecen debajo del sofá del salón de todas las casas.
Solo hay que encontrarlos, extraer
un saber de mirarlos y acariciarlos, y escribir de lo insólito que se
halla en lo cotidiano.
No sé qué conferencia me saldrá escribir cuando acabe este prólogo, si
lo acabo. Qué gusto así. No me gustaría disgustarlos por escribir sin saber cómo
va a ser el camino, sin tener idea de adónde llegaré.
¿Que esto va quedar muy incompleto? Pues sí. La falta es lo que genera
deseo. Y por favor, no esperen demasiado de lo que ofrezco, ni siquiera mucho.
Nos acercamos al cuarto folio y me queda mucho por decir en estos
preliminares terminables o interminables.
¿Cómo impartir una conferencia
sobre la escritura sin hablar antes de la escritura de la propia conferencia?
Pues empezando directamente, pero mi conferencia quiere este prólogo. No la voy
a contrariar, mejor dicho, no te voy a contrariar, sí, a ti te hablo, Conferencia
(con C mayúscula de nombre propio). Tú, Conferencia por nacer no como un
artefacto, sino como un organismo vivo. Que así sienten algunos escritores su
producción.
Quiero
escribir dichoso esta conferencia.
Decía Freud que un tratamiento psicoanalítico no persigue que el sujeto
se abra a la felicidad con mayúsculas sino que sepa disfrutar mejor de las dichas comunes y atravesar mejor
las desdichas.
Permitirme
escribir por placer, incluso una conferencia seria como esta.
‘Placer’ es disfrute sano.
Un gozo que no se abisma más allá de lo que Freud llamó el principio del placer, que se ajusta al principio de la realidad, que no incurre en el ‘goce sufriente’, que
no se despeña.
Un placer que no me dañe ni dañe a los otros. Un placer a favor de la pulsión de vida y de la creación.
Hay otras dos acepciones de ‘placer’ (no me las invento):
Una. Banco de arena o piedra en el fondo del mar, llano y extenso.
Dos. Arenal
en el que pueden hallarse
metales preciosos como el oro.
Escribir no solo por el placer (por gozo) sino por acceder al placer (es
decir, al fondo de la mar: a sus tesoros escondidos).
Aunque sigamos en el prólogo, ya estoy hablando del tema que nos trae:
¿Por qué y para qué escribir?
En este punto, se me abre una lista de causas para escribir. Yo no la
he abierto. Ha sido la lista la que ha hecho su aparición. Yo solo escucho y
transcribo.
Una lista que intuyo
que va a ser muy larga, quizá demasiado.
Una lista que representa la cosecha de una siembra que dura cuarenta y
un años.
A los
diecisiete años, empecé a copiar a mano con boli azul BIC cristal, no BIC
Naranja porque BIC Naranja escribe fino,
BIC cristal escribe normal. BIC Naranja. BIC cristal. BIC BIC… BIC BIC BIC…
Decía que comencé a copiar citas de escritores que trataban de la
escritura. En un cuaderno de tapas
azul marino, hojas cuadriculadas tamaño medio folio con dos grapas en el lomo.
He durado cuarenta y un años recopilando citas (ya en el ordenador
desde hace veintidós) y estudiándolas. Una obra en marcha. Un grueso libro compilatorio -en el que
estoy incluido- que es mi compañero de vida, mi amante leal, mi barco en las
tormentas, mi guía para bordear el aventurado cabo de Hornos de la Tierra del Fuego.
Y esos mismos cuatro pilares me valen para la escritura.
Esta lista que me acomete
será densa, complicada, excesiva.
Una lista de algunos misterios de la escritura (faltan muchos pues no
es una lista exhaustiva: la quiero abierta al deseo): Misterios dolorosos,
misteriosos gozosos, misterios
luminosos y misterios gloriosos.
Como en el Santo Rosario, pero de modo aconfesional. Rosario significa rosaleda
(o rosedal en América): plantación de rosales que dan la flor de la rosa:
hermosa, suave y con espinas. Esta lista es una rosaleda.
Una lista de tantos y tan variados itinerarios para escribir, que
puede resultar mareante.
Una lista difícil
de soportar y de disfrutar.
Una lista asumible y
disfrutable si se escucha
sin pretender entender
y sin intentar recordar.
Una lista para escuchar como quien oye llover o como quien se sienta en un prado a ver el amanecer de un
día cálido de cielo azul.
Una lista de agua de grifo que se pierde entre los dedos pero que moja
las manos.
Una lista que te acompañe como quien oye radio hablada en la cocina mientras hace una ensalada pensando
en la lista de la compra, a la vez que ladra el perro de la vecina de arriba,
sube el ruido del tráfico con bocinazos y te gritan desde el salón para
preguntarte si hay que salir a comprar pan, naranjas de zumo y un truris de tomo y lomo.
Para prevenir
desmayos, leeré despacio.
-Escribir por placer.
-Escribir para jugar. Jugar con la vida. Jugar con las palabras.
Que las palabras y la vida nos jueguen.
-Escribir por deseo.
-Escribir como goce sufriente.
-Escribir para saber y descubrir.
-Escribir para ser sabido
y descubierto.
-Escribir porque: Al principio existía la Palabra [con pe
mayúscula] (…). Ella estaba al principio
(…). Todo surgió por ella, y sin ella nada surgió de lo que ha surgido. En ella había vida, y la vida era la luz
de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no se apoderó de
ella [de la luz]. (Evangelio de Juan, capítulo 1,
versículos 1 al 5)
-Escribir desde la sabia ignorancia.
-Escribir desde lo que no se sabe que sí
se sabe: lo inconsciente.
-Escribir para gustar.
-Escribir como celebración de la vida.
-Escribir para seguir el hilo de una retahíla
de incógnitas: ‘xescribir’ (con una equis inicial).
-Escribir
para bucear. Escribir para nadar bajo el agua conteniendo la respiración.
(Francis Scott Fitzgerald)
-Escribir para mantenerse a flote.
-Escribir como tabla de salvación.
-Escribir como salvación de la tabla.
-Escribir por viajar sin saber el destino.
-Escribir con amor, por amor, sin amor, con odio, por odio.
-Escribir un enamorado para soportar no ser correspondido.
-Escribir para enamorarse, para enamorar, para desenamorarse, para
reenamorarse.
-Escribir para coescribir.
-Escribir por reconocimiento.
-Escribir desde el desconcierto.
-Escribir para ‘excribir’ (con equis intercalada). (Juan José Millás)
-Escribir para desconcertar, para sorprender, para poner del revés, para apartarse de las sendas socorridas,
para salir de los tópicos.
-Escribir para descubrir lo no buscado, lo que no puede encontrarse
si no se escribe. (Marguerite
Duras)
-Escribir para ocultarse.
-Escribir para mostrarse.
-Escribir para denunciar.
-Escribir con los ojos abiertos para abrir los ojos de los otros.
-En junio de 2000, pregunté a mi maestro
tan querido, el gran Ramiro Pinilla, en su taller de escritura: “Por qué y para qué escribes?”. Contestó molesto: No lo sé. Para qué saberlo. No me interesa. Escribo y punto. No le doy vueltas. ¡Estos psicoanalistas que
quieren saber tanto…! No insistí. Año y medio después, en enero de 2002, a los 78 años, sin pedírselo de nuevo, me contestó en el taller: Ahora
lo sé. Ya sé por qué escribo. Pero no es por qué, es por quién. Ahora sé por quién he escrito siempre:
por mi madre. Formulé
una pregunta impertinente, salvaje: “¿Por qué por tu madre?”. Respondió con una sonrisa: Escribo por mi madre. Nada más. No busques
más.
Casi dos
años después, en octubre de 2004, escribió esta dedicatoria en el tomo 1 de Verdes
valles, colinas rojas: La tierra convulsa: Ahora sé por quién he escrito siempre. En las primeras entrevistas
tras la publicación, se negaba a revelar por quién escribió toda la vida, como
si decirlo destapara un secreto muy íntimo, un misterio que había permanecido
inconsciente tanto tiempo. Desde que lo desveló en una entrevista, ya no paró de decirlo.
-Escribir
para haber escrito.
-Escribir para transitar el dolor, para zafarse de la angustia.
-Escribir para ensanchar la alegría.
-Escribir para ‘excretescribir’: para excretar palabras.
-Escribir porque
es el mayor poder de la imaginación, como lo es el amor.
-Escribir como forma de vida.
-Vivir como forma de escribir.
-‘Escrivivir’ (con dos uves).
(Julián Ríos)
-Escribir porque,
fundamentalmente, no somos más que palabra. (Unamuno)
-Escribir para verter el alma. (Unamuno)
-Escribir con el inconsciente a flor de dedos en el teclado
o en el papel.
-Escribir para disculparse, para expiarse.
-Escribir para tejer un texto en que sostenerse y contarse.
-Escribir para
bordear el agujero ‘real’ de lo inefable, lo indecible, lo innombrable, lo
impronunciable, lo que no deja de no escribirse.
-Escribir
porque la palabra es la primera herida que sufrimos en la cuna, es un gran
misterio, nos deja esa impronta en el alma que ningún hecho u objeto material
produce. (Juan Gelman)
-Escribir
para agradar a los amigos, entretenerlos y obtener su aprobación. Escribir solo
para uno mismo lleva a no escribir. Y si los amigos lo aprueban, otros lo harán
también. Escribir con la penitencia del esfuerzo, de la buena voluntad, por el incierto placer de crear. (Esto me
contestó mi maestro Esteban Padrós de Palacios, gran cuentista, en 2001, a los
76 años).
-Hescribir
(con hache inicial). (Cuca Canals)
-Escribir para entender, para entenderse.
-Escribir para mentir bien la verdad.
(Onetti)
-Escribir
por amor, dinero y obsesión. Escribir de lo irracional. En el inconsciente es
donde se produce el Trabajo Realmente Serio. (Stephen King)
-Escribir aquello
que no podría decirse a nadie. (Primo
Levi)
-Escribir para que el agua envenenada pueda beberse. (Chantal
Maillard)
-Escribir
para internarse en el infierno, como Orfeo, y hacer que lo que hemos perdido
vuelva a la vida. (Gustavo Martín Garzo)
-Escribir para defender la soledad en que se está. (María
Zambrano)
-Escribir para leerse y ser leído.
-Escribir
para tratar de responder a las preguntas que zumban en la cabeza, moscas
tenaces que perturban el sueño, Y que eso cobre sentido colectivo cuando
coincida con una necesidad social de respuesta. (Eduardo Galeano)
-Escribir para
‘sangrescribir’: para sangrar palabras que sangran.
-Escribir para hacerse
un nombre. (Joyce)
-Escribir para no enloquecer. (Joyce, Virginia Woolf,
Sylvia Plath)
-Escribir para reescribir.
-Escribir para desescribir.
-Escribir
por ser una rata de alcantarilla aspirando al milagro. (Fernando Arrabal).
-Escribir para buscar un refugio en las palabras.
(Stephan Zweig)
-Escribir la verdad, aunque
subjetiva e imposible de decir del
todo.
-Escribir para dar lo que no
se tiene a un lector del que no se sabe. (Me inspiro en un aforismo de Lacan: Amar es dar lo que no se tiene).
-Escribir para
retorcer el lenguaje sin dar importancia a las historias y personajes.
-Escribir historias
sin dar importancia a los personajes ni al lenguaje.
-Escribir personajes sin dar importancia a las historias
ni al lenguaje.
-Escribir para aunar lenguaje,
historias y personajes.
-Escribir para
chapotear en el goce palabrero, como un exhibicionismo masturbatorio.
.Escribir para prescribir.
-Escribir para dar sentido.
-Escribir para dar lugar apacible al sinsentido.
-Escribir para transitar las pérdidas, los duelos, los dolores.
-Escribir para reír y para llorar.
A veces a carcajadas. A veces sollozando.
-Escribir como una ‘palabradicción’.
-Escribir como ‘palabracadabra’.
-Escribir por esos escasos
momentos en que, al fin, las palabras queman las yemas de los dedos y se hacen
agua en el teclado o en el papel.
-Escribir sabiendo
que las palabras son nuestra
perdición y nuestra
salvación.
-Escribir para
crear el ‘palabracetamol’. No como un bálsamo de Fierabrás que todo lo cura,
sino como un modesto ‘palabralgésico’.
-Escribir para estar escribiendo.
-Escribir por no poder dejar de escribir. (Borges)
-Escribir para curarse de la escritura
enferma.
-Escribir para encontrar un hogar, una patria, una matria.
-Escribir para apagar el fuego y para incendiar el agua.
-Escribir para incendiar el fuego y para inundar
el agua.
-Escribir para fingir. El poeta es un fingidor, / finge tan
completamente / que hasta finge que es dolor, / el dolor que en verdad siente. (Pessoa)
-Escribir por un premio: el
premio de escribir.
-Escribir para olvidar, desrecordar.
-Escribir para recordar, desolvidar.
-Escribir para fantasear.
-Escribir para ser otro.
-Escribir para ser más uno mismo.
-Escribir
para encontrar la voz más allá de la propia voz. (Esto escribió en sus magnos
diarios mi maestro Ignacio Carrión, 14 de septiembre de 2008, a los 70 años).
-Escribir como consuelo.
-Escribir para escribirse.
-Escribir para escribirte, es decir, ‘tescribir’ (con te
inicial).
-Escribir para combatir ciertas
nostalgias. (Cortázar)
-Escribir
porque el escritor es él y su escritura, y si no salva a la escritura, no se
salva él.
Parto de una frase de José Ortega y Gasset: Yo soy yo y mis circunstancias. Pero
nunca lo dijo exactamente así, y la frase está cortada.
Esto escribió en el prólogo
“Lector” en sus Meditaciones del Quijote, 1914:
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.
-Escribir
para cercar lo indecible, lo inefable, lo innombrable, lo impronunciable, lo no
simbolizable. Es decir, para poner palabras en torno a lo impalabrable,
para que su agujero no nos succione.
-Escribir como respirar.
-Escribir para perderse, encontrarse, volver a perderse…
-Escribir lo que se siente para disminuir la fiebre de sentir. (Pessoa)
-Escribir
para bordear el agujero de ‘lo real’ del horror del trauma. Para no ser
engullidos por el negro, fangoso, infinito y monstruoso fondo del angosto pozo
de la angustia.
-Escribir para construir
una trama.
La trama es el enredo
de una historia (vivida o de ficción, que no hay gran diferencia; ya dijo
Lacan: La verdad solo puede ser
mediodicha. Y la verdad tiene estructura de ficción).
La trama es
el orden de hechos de una historia,
y sus conexiones. La trama es la urdimbre, el tejido de una
historia. (‘Texto’, etimológicamente, ‘tejido’).
Viene del latín,
‘trama’: hilo que va cruzándose en un telar entre los hilos verticales de la
urdimbre; el conjunto de todos estos hilos cruzados en la tela.
Para poder hacer con el trauma
hace falta construir con palabras
la trama del trauma,
incluida la inconsciente.
-Escribir para ser querido.
(Lorca, García Márquez)
He leído que lo
dijeron. No obstante, hay tantas citas apócrifas… Circula un poema apócrifo de García Márquez que él
mismo desmintió, y otros de Borges, Saramago, Pessoa, Neruda…
Ya que los
psicoanalistas y los escritores vivimos de los detalles (los divinos detalles, decía Nabokov), busquemos las fuentes
originales, si las hubiere. Y no aisladas sino en su contexto.
Federico
García Lorca, dos años antes de que lo asesinaran, dijo (no escribió) en Montevideo
en 1934:
(…) nada más que para que me quieran he hecho mi teatro, y mis versos,
y seguiré haciéndolos, porque preciso de ese amor de todos.
Gabriel
García Márquez tampoco lo escribió. Lo dijo en conversación con Mario Vargas
Llosa. 5 y 7 de septiembre de 1967 en la Facultad de Arquitectura de Lima. Cien años de soledad se había
publicado en junio de ese año. Escuchémoslo:
Yo tengo la impresión de que empecé
a ser escritor cuando me di
cuenta de que no servía para nada. Mi
papá tenía una farmacia y, naturalmente, quería que yo fuera farmacéutico para
que lo reemplazara. Yo tenía una vocación totalmente distinta: quería ser
abogado. (…) Al principio, me gustaba escribir porque me publicaban las cosas y
descubrí lo que después he declarado varias veces y que tiene mucho de cierto:
escribo para que mis amigos me quieran más. (…) Pero después, analizando el
oficio del escritor y analizando los trabajos de otros escritores, pienso que
seguramente la literatura, y sobre todo la novela, tienen una función. Ahora,
no sé si desgraciada o afortunadamente, creo que es una función subversiva,
¿verdad? (…) Ahora, lo cierto es que el hecho de escribir obedece a una
vocación apremiante, que el que tiene la vocación de escritor tiene que
escribir pues solo así logra quitarse sus dolores de cabeza y su mala
digestión.
-Escribir
libros que nos lastimen y nos apuñalen. (...) Libros que nos afecten como catástrofes, que nos aflijan
profundamente, como la muerte de
alguien que queríamos más que a nosotros mismos; libros que nos destierren a
los bosques, lejos de todo el mundo. El libro debe ser como un hacha para el
mar helado de nuestro interior. (Kafka)
-Escribir para entretener, divertir, distraer.
-Escribir para entretenerse, divertirse, distraerse.
-Escribir porque uno mismo es literatura. (Kafka,
Pessoa, Joyce, Ignacio Carrión)
¡Uf! Interrumpamos aquí la lista para poner punto final a este prólogo rebelde con causas.
Sin lastre, como un albatros planeando que ha visto mucho y
comprendido algo, alcanzo el momento de terminar este prólogo y empezar la
conferencia.
Sin embargo, ya no hay tiempo, ese implacable castrador.
¿Qué podemos hacer? Ser realistas, por mucho que duela. No dar la
conferencia hoy. Ir al epílogo. Qué pérdida y qué hallazgo. Qué pena y qué alegría.
Disponen de esta conferencia en mi web: www.ernestomaruri.com. En la ventana ARTÍCULOS, sección “De libros
y escritores”. Ahí podrán leer con detenimiento o a toda prisa la lista
de causas para escribir.
Freud decía
que soñamos para seguir durmiendo.
Lacan decía que nos despertamos para seguir soñando.
¿Escribir
para soñar?
¿Soñar para escribir?
Me detengo aquí, no sea que nos durmamos. O mejor si nos dormimos,
porque soñaremos.
Muchas gracias por persistir aquí. Reconozco y alabo su esfuerzo, su
paciencia y su generosidad.
Si aún alguno no se ha dormido o desvanecido, y desea intervenir, me encantaría. Lo agradeceré mucho. Porque
¿qué soy yo sin sus palabras?
Abrimos el coloquio.