Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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CULPAS
(2007)

Hay una culpa que es sana: la que evita que el sujeto cometa un acto en contra de la ley o un acto con el que se daña a sí mismo o daña a otros por propia satisfacción. También, la culpa que le embarga por haber realizado ese acto.

Lo sano se quiebra cuando, por una culpa merecida, se excede atacándose a sí mismo (por un “superyó” feroz, es decir, un juez interno terrible), llevando el odio sobre sí, recreándose en el autocastigo, perjudicándose de múltiples maneras (dolencias corporales, síntomas psíquicos, dificultades con los demás...), taponándose la salida. Sobreculpándose sin responsabilizarse de los móviles (conscientes e inconscientes) de su acto ni de las consecuencias.

Hay otra culpa con la que el sujeto, sin darse cuenta, se engaña, ya que oculta otra culpa de la que quiere no saber. Así, no resuelve ni la una ni la otra. Esta culpa encubierta consiste en la renuncia a un deseo propio y legítimo.

Por tanto, esta culpa no procede de hacer o desear algo “malo” a otro, sino de haber sido “cobarde” por haber cedido en el deseo propio, es decir, por haber sido “malo” con uno mismo, irrespetuoso con un deseo legítimo.

Un ejemplo: Juan le presta el coche a un amigo. Hubiera preferido no hacerlo. Siente desasosiego por haberlo hecho: es la culpa por haber renunciado a lo que quería: no prestárselo. Ahora bien, si no se lo prestara, estaría ante la tarea de legitimarse su decisión en lugar de culparse por no haber satisfecho a su amigo. Juan está ante el riesgo de cortocircuitarse sin salida: sentirse culpable si se lo presta (porque no quiere dejárselo) y también si no se lo presta (porque no satisface el deseo del amigo). Puede, incluso, culpar al amigo por ponerle ante tal compromiso.

¿Cuál es la salida de Juan? Reconocer ante sí mismo su deseo, hacerse cargo de él y de sus consecuencias. No chantajearse y estar advertido de posibles chantajes emocionales del otro. La valentía de ser consecuente consigo mismo sin pisotear al otro ni dejarse pisotear por él. Como dice Lacan: “pagar el precio por el acceso al deseo”. En caso contrario, tendrá que pagar con síntomas el precio de haber desistido de su deseo.
2007

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica