Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
Comparta esta página en:
Agregar a Delicious   Google Bookmarks   Twitter   Facebook   MySpace   Live Spaces   Blinklist   Yahoo Bookmarks   Digg   Favoriting   Furl   StumbleUpon   Reddit   Technorati
Pulse aquí si desea que le avise cuando añada nuevos contenidos

PÁNICO Y ESTRAGO
(2007)



“(...) Mi madre me tiene encapsulada, bajo vigilancia permanente. Puede manipularme, disponer de mí a su antojo. Sus exigencias no tienen límite, sus insatisfacciones no tienen fin. Es desmesurada. (...) Nunca podré ser el hijo que ella hubiera querido tener. Nunca podré saciar la pasión que siente por sí misma. Nunca seré la imagen reflejada que la colme. Se avergüenza de mí. (...) Ella querría alisarme con su propia mano, para borrarme los rasgos deformes y moldearme conforme a sus deseos. Me trata como si fuera una tela que ella pudiera disponer a su capricho (...). Ella me cose a su propia carne. Se hace dueña de mí, se me mete bajo la piel, se alimenta a través de mí, sorbiendo de mis adentros. Ha borrado la línea de demarcación entre el exterior y el interior, el tú y el yo. (...) La carnación de las figuras se estira sin que se pueda saber a quién pertenecen esos brazos, esos rostros, esas piernas. No hay nada propio, nada de uno mismo, nada a puerta cerrada. Sólo un horizonte infinito que elude toda tranquilidad, todo sitio cercado. Este amor, llamado maternal, es todo un sufrimiento, una guerra, un combate de cerca, un cuerpo a cuerpo sin piedad. No hay reglas que respetar ni alegría de vivir. Es el amor en bruto. El amor brutal. (...)

¿De dónde me viene el pánico? (...) La angustia no ha tomado sólo el lugar del tiempo, también el del espacio. Pierdo mi piel, he abandonado la protección que me ofrece; estoy desnuda, expuesta al mundo. Ya no estoy separada, diferenciada de lo que me rodea. (...) En carne viva, buscando un envoltorio de reemplazo, un sustituto, un sucedáneo de piel, una cobertura, un asilo, un refugio. Estoy como desperdigada. Quisiera unir todas las piezas, volver a ser yo misma, recuperar la razón, la calma, mis propias ideas. Qué humillación la de verse totalmente carente de libertad, para pensar, para actuar.

(...) En un instante podemos caer en un desamparo e impotencia próximos a los de un recién nacido. (...)

Al amanecer tengo un sueño precioso: Ella me abraza, yo la abrazo, entrelazadas nos sumimos en el vértigo. (...) Miedo y caos. Pierdo la cabeza, me agarro al salvavidas humano. No me rechaza. Me aferro a él cada vez más fuerte. (...) Mi salvavidas (...) afronta la prueba conmigo, me precede, me invita a hacerle frente al vértigo. En la confusión de mis pupilas, su voz amable y tranquila, su seguridad, el calor de su cuerpo, me sirven de guía. Mi angustia no se fundirá con la suya, no nos hundiremos juntas. Ante mis arrebatos, ella responde con calma soberana. No se siente vacía cuando yo me siento vacía, mi angustia no la angustia. Permanece imperturbable, dulce y atenta. Me precipita en el vértigo para hacerme salir de él. Sabe lo que hace. Sabe lo que yo he de hacer. No es tan grave, me tranquiliza. No se hace eco de mis angustias. Entre nosotras no hay desolación, sino un mar de tranquilidad. Un abrazo salvador. Soporta conmigo el sufrimiento para que yo lo pueda domeñar.

La separación no es la muerte.”

(Lydia Flem, psicoanalista, “Pánico”, edit. Alberdania, Irún, 2006)

(Librito narrado en primera persona. Se lee como una novela. La protagonista padece un trastorno de pánico y cuenta cómo lo sufre. Síntomas: Agorafobia y claustrofobia: en el coche, avión, ascensor, tiendas... Lo más interesante ocupa muy pocas páginas: la relación con la madre y dos sueños.)
2007

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica