Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica
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¡QUIERO DEJAR DE SUFRIR Y QUIERO SUFRIR!
(2002)

“¿Sanar yo? ¡Sí pero no! ¿Ponerme en la senda de la curación? ¡Sí pero no, qué intrincada! ¿Soltar mi sufrir? ¡Ay, sí pero no, qué pérdida! ¿Necesito ayuda? ¡Sí pero no, qué humillación! ¿Hacer un tratamiento psicológico porque persiste mi padecer? ¡Sí, ya, pero no, porque correría el riesgo de descubrir lo que hay en mí y podría ir curándome, qué horror! ¡Estoy hecho un lío! Mejor así que desenredar mi ovillo y ver lo que soy dentro: mis dolores, goces y placeres, mis trampas, mi propia responsabilidad y mis deseos, mis mentiras y verdades, mi auténtico ser. Estoy hecho polvo. Mejor huir de mí que salir a mi encuentro. Escapándome enfermo, ¡pero me tengo tanto miedo...! ¡Ay...!”

Somos seres ambivalentes. El impulso de curación forma una trenza con las resistencias a sanar. Nos damos decenas de motivos lógicos para, penosamente, continuar pudriéndonos en la enfermedad, o sea en el sufrimiento, en lugar de cuestionarnos o emprender un proceso de cura. Ahora bien, las resistencias de fondo son inconscientes. Veamos sólo algunas:

1.-Beneficios secundarios de la enfermedad: ventajas, coartadas, justificaciones, privilegios, comodidades, huidas... Por ej., eludir un trabajo o esfuerzo, no afrontar responsabilidades, recibir atención y amor, justificarse socialmente, ocupar cierta posición en la familia, manejar las relaciones, no toparme con el dolor y el goce que hay debajo...

2.-Resistencia a reconocer el estado de enfermo y a admitir que ni con la ayuda de mi entorno ni la de mí mismo logro superarlo. Ver esto me tiraría del pedestal de que yo solo puedo, lo cual conlleva una herida narcisista, una humillación, una desidealización de mí, en fin, verme derrotado, todo lo cual constituye, paradójicamente, el requisito para iniciar la curación en pos de la victoria de ser quien soy para estar mejor en la vida.

3.-Puede haber una necesidad inconsciente de castigarme, y así el síntoma emerge como solución fallida para expiar mis culpas inconscientes o para aplacar a mis perseguidores internos: mi juez implacable, mi ogro.

4.-El síntoma es mi compañero fiel, mi refugio de algodones espinosos, y perderlo me dejaría solo y desnudo ante mí mismo. Mejor persistir extraviado y sufriente con mi enfermedad en el calorcito de mi cubículo conocido, que salir a las grandes avenidas y laberínticas callejuelas de mis verdades internas donde podría hallarme y curar. Mejor anquilosarme en mi rincón de siempre que transitar por mis parajes abiertos (bosques y desiertos, ríos y mares, charcos de fango y pozos de agua cristalina, senderos y carreteras, sol y lluvia, días y noches, dolores y disfrutes, vida, vida, vida...).
2002

Ernesto Maruri Psicólogo Clínico Pamplona Orientación Psicoanalítica